ELECCIONES 2019
“No sé si es
cansancio, madurez o resignación, pero hay cosas que ya no quiero discutir más”
Jorge Schuber
El
pueblo argentino tiene muchas razones para el hartazgo. Tantas, que no es raro
que busque transitar caminos no convencionales para encontrar, como el agua, su
salida.
Brasil,
el gigante sudamericano, tiene con nuestro país cosas en común, pero también
diferencias importantes.
Con
una economía mucho más grande que la Argentina, su capacidad de influir en el
mundo globalizado también es mayor, aunque en el Mercosur sea nuestro socio y
coparticipemos de la posibilidad de negociar comercialmente con la mejor
capacidad de un bloque.
Con
diferencias sociales más marcadas, Brasil no tiene una historia de guerras en
sus luchas independentistas, como sí la tuvimos nosotros. Tampoco su pueblo
tiene afección por la violencia política, por lo menos no de manera tan
persistente como en la Argentina.
Pero,
por coincidencia o no, los hermanos de la “verdeamarelha”
se encontraron en 2018 en la misma posición que los argentinos a comienzos del
siglo XXI: hartos de la clase política.
La
corrupción del gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), que involucró a
todo el arco político sostenido por la sustracción del dinero público (el
mensalao, el lava jato), generó en el pueblo brasileño un hartazgo que lo
condujo, en las elecciones del domingo pasado, a votar mayoritariamente por la
opción “antisistema”.
Jair
Messias Bolsonaro, de él estamos hablando, es un político ultraderechista que
caminaba por el borde del sistema democrático de Brasil, sus ideas generaban
espanto o indiferencia, en marzo de este año ni siquiera tenía fuerza política
que sostuviera sus aspiraciones presidenciales. Hoy es el presidente electo de
Brasil.