CONSERVADORES Y PROGRESISTAS
“Moza tan fermosa non vi en la frontera, como
una vaquera de la Finojosa” (siglo XV); "Hay poques diputades que están indecises.
Queremos demostrarles que a nosotres …" (siglo XXI)
Del
Marqués de Santillana a los estudiantes del Carlos Pellegrini
De un
lenguaje que fue a otro que todavía no es y no sabemos si será.
Las expresiones
de estudiantes secundarios, con motivo del debate por la despenalización del
aborto, dispararon una intensa discusión en torno a este nuevo vocabulario, al
que se denomina “inclusivo” o “no sexista”.
Primero se
reemplazó el masculino genérico por las formas femenina y masculina; después se
optó por la “x” y el “@”. Hoy, la “e” se presenta como la nueva alternativa,
pronunciable y neutral.
La sociedad lo ve
como un capricho del kirchnerismo y la izquierda, pero en realidad no es una
cuestión facciosa, o no debería serlo, es por ahora una inquietud generacional
de los jóvenes.
Para el filósofo
Santiago Kovadloff es síntoma de una demanda que excede la lengua. La doctora
en Lenguas de la Universidad Torcuato Di Tella y de Harvard, Karina Galperín,
prefiere decir que la lengua necesita responder a una realidad que ya cambió.
Primero quiero
expresar lo que para mí significa “la palabra”, escrita o hablada, porque en el
contexto de su significado hallaremos las respuestas a esta revolución naciente
del lenguaje, que muchos intentan ridiculizar o menospreciar, o directamente
desconocer, como la Real Academia Española. La inquietud no sólo se produce en
el ámbito del idioma español, también en varios otros.
La “lengua” es un
sistema convencional de signos utilizados por los grupos sociales para
comunicarse entre sus miembros, ése es su significado etimológico. La “palabra”
es la lengua en boca de sus locutores.
Como producto de la cultura, la lengua se transforma a
través del tiempo, y la Real Academia oficializa lo que sucede en los hechos
El interrogante
es si el lenguaje es únicamente instrumental, un medio para comunicar, un
conjunto de signos o sonidos sólo de carácter representativo, o es algo más.
¿Se construye
lenguaje con la realidad, o se construye realidad con el lenguaje? Para mí, las
dos cosas. El lenguaje refleja y, además, construye.
Me gusta decir
siempre que “la palabra no es un medio, es la realidad misma”. Con ello quiero
expresar que el lenguaje jamás es absolutamente neutro en su significado
sustancial, no es mera representación. El lenguaje en sí mismo produce hechos,
realidades, estados de ánimo, es el contorno del pensamiento.
La palabra es en
tanto lo que representa como lo que crea. Con la palabra puedo crear felicidad,
agresividad, paisajes bonitos, ideologías, gobiernos, comportamientos sociales.
Es decir, no sólo es representación sino además sustantividad. Por ello mismo
que el lenguaje tiene un elevado poder discriminatorio.
El lenguaje de parte de los jóvenes, denominado
“inclusivo” o “no sexista”, disparó una polémica que está en sus comienzos.. El
nuevo modo de expresarse ya está en parte de la sociedad, en lo personal creo
que es un derecho en crecimiento que terminará por establecerse
Dije en mi último
libro que, “…un aspecto muy interesante
de analizar es que los pensamientos adquieren un formato: el lenguaje. Esto que
parece tan obvio puede determinar…diferentes capacidades de comprender el mundo
según lo rico o pobre que sea nuestro lenguaje, y con ello afectar nuestras
capacidades de pensamiento. Este lenguaje, más que un determinado idioma,
significa también nuestra capacidad de interpretación de los contenidos
emocionales de las cosas que nos pasan.” (CRITICA DE LA RAZÓN IDIOTA, p.43).
Mario Vargas
Llosa se sintió poco menos que apuñalado por la espalda por el propio Sartre
cuando éste, en su etapa socialista, expresara que la literatura era un lujo
que sólo podían permitirse los países que habían alcanzado el socialismo. “¿Cómo podía afirmar eso quien nos había
hecho creer que escribir era una forma de acción, que las palabras eran actos,
que escribiendo se influía en la historia?” (MARIO VARGAS LLOSA, “La
llamada de la tribu”, p.7).
De cualquier
modo, “desde quienes le otorgaron al
lenguaje el carácter de realidad autónoma, capaz de producir hechos de la vida
misma sin dependencia de la sustantividad del objeto o de los hechos que
representa, hasta los que opinan que no es realidad postulada por el concepto
mismo…nadie pudo negar su papel existencial desde que el mundo es mundo”
(SIMONETTI, ob.cit., p.158).
El lenguaje es un
subproducto de la cultura, y como tal, cambia, evoluciona. La Real Academia
oficializa lo que la cultura crea. Si no, seguiríamos hablando tal como el
Marqués de Santillana en su “moza tan fermosa…” del siglo XV.
No pienso
este debate como la dicotomía entre derecha e izquierda, sino en la de
“progresistas” y “conservadores”. Los derechos humanos, por poner un ejemplo,
no son patrimonio de una parcialidad política, es propiedad del género humano,
de las buenas personas.
Un nuevo
lenguaje, que elimine las expresiones adquiridas “por defecto”, que incorpore
una sistemática tendiente a equiparar los géneros en la utilización del habla
diaria, no sólo es lógicamente irrebatible sino históricamente inexorable,
porque será un paso más en el sentido de la igualdad de derechos entre el
hombre y la mujer y se sumará a la construcción de un pensamiento no machista.
La palabra es en tanto lo que representa como lo que
crea. El lenguaje refleja y, además, construye
Y los derechos
son también productos culturales, que van apareciendo con el tiempo e
incorporándose al entramado social, y cuando el reclamo aparece como una
expresión de la justicia natural, no hay reglamento o ley que impida su
consagración.
Y que más natural
que un lenguaje justo para todos, que nos represente a todos, que no nos separe
o discrimine, que nos entregue la agradable sensación de estar incluido. Contra
ello, sólo se podrán interponer argumentos artificiales y retrógrados.
Piense Ud. que
hasta ayer nomás la mujer carecía de muchos derechos, entre ellos el de votar,
aunque hoy nos parezca inconcebible. Aún por estos tiempos, es altamente
discriminada en otros países, como pasa también con otros grupos minoritarios.
Pero ojo, que no
se continúe viendo como una cuestión política, que nadie se apodere de dicha
reivindicación social. Es, por ahora, un tema generacional, de los jóvenes,
pero pronto será tema de la sociedad en su globalidad.
Es cierto que la
izquierda está ganando la batalla de las palabras. Éstas salen de la boca y de
la pluma de los intelectuales, los periodistas, los artistas, los escritores,
que conforman una minoría altamente politizada con el sello de la izquierda,
pero que viven la vida diaria con la comodidad de la burguesía (si cabe ya hoy
esa expresión).
La lucha contra la discriminación no es, no debe ser,
monopolio de la izquierda o del kirchnerismo. Es patrimonio de toda la sociedad
En la batalla
cultural por los nuevos derechos, quienes pensamos que la vida siempre camina
hacia adelante, quienes creemos sustentar ideas de progreso, no debemos dejarle
el campo orégano a grupos políticos que se apoderan de banderas que no son de
su paternidad, sino también tuyas y mías, y de todas las personas de buena
voluntad.
Las nuevas ideas
llegaron para quedarse y convertirse en los motores de la sociedad del futuro,
resistirse a ellas sin reconocer que responden a la esencia de la naturaleza humana,
es cristalizarse en el tiempo, impedir el progreso y desocupar los espacios
sociales que, lógicamente, son invadidos por minorías con objetivos que no son
los de todos.
Jorge Eduardo
Simonetti
*Los artículos
de este blog son de libre reproducción, a condición de citar su fuente
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu opinión