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sábado, 27 de febrero de 2016

NI REPRESIÓN NI ANOMIA

EL ESPACIO PÚBLICO NO TIENE PROPIETARIOS.- “Si no se van en cinco minutos, los vamos a sacar”, dijo días pasados la Ministra de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich, en oportunidad de anunciar el Protocolo de Actuación en las Manifestaciones Públicas, mientras se producían 200 cortes de calle en todo el país con motivo de la detención de Milagro Sala.- La corta y seca expresión de la funcionaria, fue aplaudida por una gran parte de la ciudadanía, que veía, por fin, que el estado se hacía cargo de una problemática que constituyó el talón de Aquiles de la gestión kirchnerista.-
                               Es que la Argentina, en todos estos años, fue el reflejo casi paradójico de un gobierno que, bajo el pretexto de no criminalizar la protesta social, abjuró de una de sus obligaciones esenciales, cual es la de garantizar que el ejercicio de los derechos de unos no se constituya en la derogación fáctica de los derechos del conjunto.-
                               Más grave aún fue que estuvimos a punto de perder la “batalla cultural” del comportamiento civilizado, porque las autoridades pudieran actuar de modo demagógico y marginal, pero una sociedad anómica (anomia, falta de normas o incapacidad de la estructura social de proveer lo necesario para logar las metas de sus componentes) es una sociedad perdida, sin metas, sin rumbo, sin parámetros.-
                               Nuestro país marcó un hito mundial en la metodología de protestar, al introducir la variante “piquetera” de reclamo, que consiste en afectar los derechos de terceros inocentes, el conjunto de los ciudadanos, en defensa de los derechos de una parcialidad.- De tal modo, el éxito de la protesta estaba medido por la cantidad de ciudadanos comunes afectados por la medida, más no por el impacto en el poder estatal o en las patronales involucradas.- Una protesta de cinco personas o de cinco mil daba lo mismo, el resultado era calcado: se cortaban las vías de circulación, con el conjunto social como víctima.-
                               Un estudio realizado en 2014 por el sitio Chequeado.com, determinó que en 2013 se produjeron en todo el país casi seis mil cortes, un 5% más que en 2012.-

domingo, 7 de febrero de 2016

EL DOBLE RASERO DE LA HIPOCRESÍA

BATALLA POLÍTICA Y BATALLA SOCIAL.- Por imperio de la ley y de una ética mínima, los gobernantes tienen la obligación de ser justos, de actuar con imparcialidad, de dar un tratamiento igualitario a los gobernados.- Obviamente, ello raramente sucede en estos tiempos.-
                               Sin embargo, el interrogante que formulo está referido al  ciudadano, si como integrante de una comunidad política, tiene la obligación de conducirse con parámetros individuales de justicia.- 
                               En estas mismas páginas, hace tiempo escribí que “en términos platónicos, debemos hacer prevalecer en nuestros propios comportamientos individuales la parte del alma racional, aquélla que se relaciona con la sabiduría y consecuentemente con un proceder justo en nuestros actos y juicios individuales”.
                               También dije que “en la vida, los seres humanos tomamos las opciones que ella nos presenta.- Tenemos una idea u otra, educamos de una u otra manera a nuestros hijos, tenemos una opinión política u otra, optamos por una u otra religión o somos ateos, acertamos o nos equivocamos, apreciamos los hechos de la vida desde la visión de cada sujeto, es decir desde una posición lógicamente “subjetiva”.- Sin embargo, ello no nos exime de la obligación ética de aspirar a un comportamiento justo, de hacer primar en nuestras decisiones, en nuestros juicios, en nuestras conductas, la parte del alma racional que es propia de los hombres sabios, por encima de las pasiones, los instintos, los odios y los amores”.
                               Concluí que “sólo así seremos parte de una sociedad justa, y de tal manera tendremos gobernantes más justos”.
                               Venimos de un tiempo de confrontación política y social, dónde todo dejo de imparcialidad fue despedido por la borda, para reemplazarlo por trincheras de confrontación y desmesura.-
                               De tal manera, la influencia de un comportamiento injusto no sólo pudo ser generado desde abajo hacia arriba, sino más fácilmente desde arriba hacia abajo.-