BATALLA POLÍTICA Y BATALLA SOCIAL.- Por imperio de la ley y de una ética mínima, los gobernantes tienen la obligación de ser
justos, de actuar con imparcialidad, de dar un tratamiento igualitario a
los gobernados.- Obviamente, ello raramente sucede en estos tiempos.-
Sin
embargo, el interrogante que formulo está referido al ciudadano,
si como integrante de una comunidad política, tiene la obligación de conducirse con parámetros individuales de justicia.-
En
estas mismas páginas, hace tiempo escribí que “en términos platónicos, debemos
hacer prevalecer en nuestros propios comportamientos individuales la parte del alma
racional, aquélla que se relaciona con la sabiduría y consecuentemente con
un proceder justo en nuestros actos y juicios individuales”.
También
dije que “en la vida, los seres humanos tomamos las opciones que ella
nos presenta.- Tenemos una idea u otra, educamos de una u otra manera a
nuestros hijos, tenemos una opinión política u otra, optamos por una u otra
religión o somos ateos, acertamos o nos equivocamos, apreciamos los hechos de
la vida desde la visión de cada sujeto, es decir desde una posición
lógicamente “subjetiva”.- Sin embargo, ello no nos exime de la
obligación ética de aspirar a un comportamiento justo, de hacer primar en
nuestras decisiones, en nuestros juicios, en nuestras conductas, la parte del
alma racional que es propia de los hombres sabios, por encima de las
pasiones, los instintos, los odios y los amores”.
Concluí
que “sólo así seremos parte de una sociedad justa, y de tal manera tendremos
gobernantes más justos”.
Venimos
de un tiempo de confrontación política y social, dónde todo dejo de
imparcialidad fue despedido por la borda, para reemplazarlo por trincheras de
confrontación y desmesura.-
De
tal manera, la influencia de un comportamiento injusto no sólo pudo ser
generado desde abajo hacia arriba, sino más fácilmente desde arriba hacia
abajo.-
El
ejemplo más claro y cabal de lo afirmado se ha configurado con el
kirchnerismo, que con ese estilo de gobierno confrontativo y maniqueo, generó en el plexo social una profunda
división y la adopción de posiciones casi irreconciliables.- En la discusión ya
no importaron las razones, el debate se volvió irracional, la cuestión
más importante pasó a ser la capacidad de daño que podíamos inferir a lo
que, lamentablemente, consideramos como el “enemigo”, a pesar de ser todos
argentinos.-
La
fuerza negativa de un tiempo de odios y enfrentamientos, fue generada desde el
poder hacia la sociedad, en unos pocos años de gobierno, pasiones que quedaron
demasiado arraigadas en el ánimo social e individual, y que quizás lleve
mucho tiempo para que vayan perdiendo fuerza y escurriéndose por el sumidero de
la historia.-
En
el sentido señalado, independientemente de la posición y la conducta de los
gobernantes, es lamentable que seamos los componentes de la comunidad los
que continuemos profundizando con pico y pala la fractura que un
gobierno ya concluido supo producir.-
De
un lado, un kirchnerismo resentido y rabioso, busca generar
permanentemente la prórroga de aquello que constituye su única fuente
alimentaria: la confrontación, para que en ella reverdezcan las prácticas
divisionistas que los llevaron a reinar a partir de una sociedad enfrentada.-
Del
otro, los que no formaron parte de su corte de admiradores, los que
sufrieron material y moralmente su impronta autoritaria y hegemónica, se
constituyeron en la contraparte necesaria de una guerra que pareciera no
tener visos de un pronto final.- “Si uno no quiere, dos no pelean”,
suele decir el dicho popular.- Fuimos y seguimos siendo, el otro extremo
indispensable para la continuidad del conflicto.-
Se
ha instaurado un nuevo gobierno, uno distinto, en ideas y sobre todo en
mensaje y metodología.- Sin embargo, los actores sociales seguimos embarcados
en una contienda que parece no tener fin, que excede todo marco de
comportamiento justo y racional.- Baste con observar los medios masivos, leer
los portales, analizar las redes sociales, circular por la vía pública, para
advertir una sociedad intemperante, intolerante, también confrontativa, con
enjuiciamientos irracionales productos del amor o del odio, no de la razón.-
Los
que ayer defendíamos una justicia independiente y refractaria a toda
injerencia política, lo hacíamos porque es la única garantía republicana de los
ciudadanos contra el autoritarismo, contra la persecución ideológica, contra
la pretensión del pensamiento único y fanatizado.- Hoy, esos principios no
pueden convertirse en la inconcebible pretensión de un revanchismo primitivo,
muy por el contrario, obrar de esa manera es darles la razón a los totalitarios
de ayer, que procuraron instaurar un modelo de sociedad con ese patrón de
conducta.-
Si
tanto luchamos para logar el respeto a la opinión libre y plural, en favor de un periodismo autonómico que
contrarreste la pretensión estatal de monopolizar la información, no es
tirando periodistas por la ventana o llevándolos a la hoguera pública como
lo vamos a lograr.-
Y
conste que considero a Víctor Hugo Morales como el antimodelo de
lo que debe ser un periodista auténtico, dio una vuelta de campana en sus
concepciones, guió el ejercicio de sus sagradas funciones con la vara del
dinero y del poder.- Pero, antes que el comportamiento primitivo de la
revancha y el linchamiento, prefiero adherir a la expresión de Evelyn Beatrice
Hall, biógrafa de Voltaire, cuando dijo: “no comparto tu opinión, pero daría
mi vida por defender tu derecho a expresarla”.-
¿Qué
mi posición es ingenua e incompatible con el castigo de los despropósitos que
se cometieron en la etapa anterior? Probablemente, con la pasiones candentes
del reciente proceso político y social, la prudencia parezca cobardía y la
revancha, justicia.-
Pero
si nos detenemos a reflexionar el tiempo necesario, seguramente comenzaremos a
darnos cuenta que los principios trascienden a las personas y los gobiernos.-
Si quiero expresarme libremente en una sociedad justa, también debo querer lo
propio para mi adversario o para quién no piensa como yo, el derecho de libre
expresión no tiene rótulo.- Si quiero justicia para mí, también la quiero para
mi enemigo, no quiero jueces del poder kirchnerista, tampoco los quiero del
poder amigo, simplemente quiero jueces verdaderos.-
Todos
estamos deseosos que los resortes estatales actúen y modifiquen un estado
construido al servicio de una facción, que castiguen a todos aquéllos que
abusaron del poder y malversaron los recursos públicos, llámense como se
llamen.- Y apoyamos para que se proceda con rapidez y firmeza.-
Pero,
¡atención! Los principios no tienen propietarios ni la justicia jinetes.-
Démosle a los otros, el mismo tratamiento que pretendemos para nosotros
mismos.-
De
tal modo, el cambio no será sólo de funcionarios de gobierno, sino también de
parámetros éticos que nos conduzcan a un tiempo verdaderamente distinto, en el
que no tengan ya cabida las aventuras hegemónicas y autoritarias, ni el
doble rasero de la hipocresía.-
Jorge Eduardo Simonetti
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