LA RECURRENTE CRISIS ARGENTINA
"Lo que tenemos que enfrentar es un problema de base que es no gastar más de lo que tenemos, y creo que los argentinos, creo que en todos nosotros ha crecido la conciencia de que no podemos seguir gastando más de lo que tenemos, vivir por arriba de nuestros ingresos" Presidente Maucicio Macri, 3.9.18
El
discurso presidencial parece haber sido pronunciado el 10 de diciembre de 2015,
cuando asumía la nueva administración. Ya entonces, hasta el menos avispado
sabía que la acumulación de tensiones de la gestión populista, el gasto público
desbocado y el gigantesco déficit en las cuentas públicas, nos llevaría a la
implosión económica.
Lo
sabían todos? Si Macri no lo sabía al asumir la presidencia, eso es ignorancia.
Si lo sabía, pero no quiso tomar las medidas necesarias, eso es negligencia. Si
sabía y quería, pero no podía solucionarlo, eso es incompetencia.
El
lunes pasado, se escudó en la conjunción de tormentas, pero las tormentas son
hechos de la naturaleza, y como tales, inevitables. Los tsunamis económicos, en
cambio, pueden preverse, porque son el producto de yerros del ser humano
acumulados en el tiempo.
A mi juicio, la gestión macrista, ha empedrado
el camino al precipicio con sucesivas buenas intenciones, que en la realidad no
se vieron concretadas o fueron sucesivamente postergadas. Entre ellas, la
convocatoria a todo el espectro político, a equilibrar las cuentas públicas, de
lo que ha pasado ya un año.
Es
cierto que hubo que pactar reiterativamente por falta de mayorías legislativas,
pero no menos cierto es que se ha gobernado sin aquello que hay que tener para
gobernar (el lector me entiende), entrando en una especie de “buenismo”
gubernamental portador sólo de buenas noticias.
A
nadie le gustan los ajustes, pero peor es la debacle inflacionaria que licúa el
futuro de gran parte de la sociedad.
La crisis
cambiaria desatada, es consecuencia directa de la paulatina pérdida de credibilidad
en una gestión que hizo poco para disminuir el déficit público que dejó
Cristina
Creo
que esta crisis económica es fruto principal de una crisis política de
credibilidad, demostrando una vez más que la política manda sobre la economía.
Lo marca el comportamiento del mercado cambiario luego de los dos últimos
discursos del presidente.
En
sus inicios, el gobierno de Cambiemos imaginó que trasplantando nombres,
estrategias y métodos de la esfera privada a la pública, le permitirían
gobernar con eficiencia. Craso error.
Los
Ceos probaron que no es lo mismo una empresa que un país, mostrando inmensas
lagunas de ignorancia e incompetencia en gestión de gobierno.
Nunca
conocimos una planificación, no hubo análisis del contexto político ni
perspectiva de tiempos, no se sopesaron los factores internos e internos, no
hubo valor para afrontar las consecuencias de medidas poco simpáticas, se
avanzó conforme lo que indicaba la coyuntura, con los estímulos de las
urgencias y no de del análisis de mediano plazo, y así nos fue.
Para
estar al frente de un país, es fundamental fijar el rumbo, si no el barco es
presa fácil de los vientos, como ahora, en que una leve brisa nos desestabiliza.
No es la lira turca, no son las tasas de E.E.U.U., no es Brasil, ni tan
siquiera son los cuadernos, es la endeblez estructural de nuestro país y una
gestión que se ha ido en explicaciones y no en hechos concretos.
Pactar hoy el
recorte presupuestario tal vez sea más fácil, por el temor general de la clase
política, especialmente de los gobernadores, de facilitar una escalada que los
lleve puestos a todos
Gobernar
no es quedar bien siempre, es principalmente hacer lo que haya que hacer,
aunque duela. Ser bueno es fácil, lo difícil es ser justo, y ser justo en
función de gobierno es atender al interés del conjunto, aunque en el camino
deban pisarse algunos callos sectoriales, inclusive los de la política.
Macri
debe estar demasiado asustado para tomar medidas que afectan su imagen de
gobernante bueno y sensible, muy cercano al credo populista.
El
travestismo político no es una buena metodología para gestionar. El populista
es populista, se reconoce como populista y gobierna de manera populista. El
liberal es liberal, disimula no serlo en campaña política, y termina gobernando
como populista. O sea, hay en esto una cuestión de autenticidad. Es lo que le
pasa a Macri.
Para
completar, Eduardo Duhalde se encargó de ponerle el condimento argentino a la
crisis, cuando días pasados dijo que “el
peronismo es el único partido capacitado para gobernar este país devastado por
el peronismo.” Volvemos, nuevamente, al karma nuestro de los tiempos modernos.
El
peronismo no es una ideología, ni tan siquiera una doctrina política, es una
metodología para gobernar, la metodología populista, que desde luego ha
admitido en su seno a políticos de todas las ideologías. Por eso hubo
peronistas de izquierda, de centro y de derecha, y alianzas con sectores
liberales como la Ucedé de Alsogaray o con la izquierda más tradicional como el
Partido Comunista.
Sin el tiempo y
el poder de 2015, corrido por el FMI y la imparable devaluación, el gobierno toma
a las apuradas medidas que debieron producirse hace tres años, con gran carga
de improvisación y secuelas imprevisibles
Pero,
una vez en el gobierno, los peronistas gobiernan como peronistas, con
metodología populista. Lo hacen una y otra vez, generan las tensiones por
acumulación que un estado benefactor produce en el tiempo, luego entregan el
gobierno a políticos de otros sectores, se sientan a observar la crisis que
ellos mismos generaron, para finalmente presentarse como salvadores, por
izquierda o por derecha.
En
el medio de las gestiones peronistas, gobiernan políticos de otros partidos,
que se parecen demasiado a sí mismos, y terminan en crisis dramáticas.
El
“les hablo con el corazón” de Macri
del lunes pasado, es una copia al carbón del “les hablé con el corazón, me contestaron con el bolsillo” del
radical Juan Carlos Pugliese en 1989, que desembocara en la tremenda
hiperinflación. El anuncio del acuerdo Con el FMI de abril pasado, que iría a
acabar con nuestras penurias económicas según Dujovne, es casi calcado con el
spot publicitario de De la Rúa en 2000 (“que
lindo es dar buenas noticias”), cuando anunciaba el famoso blindaje, que lo
único que provocó es su retirada en helicóptero.
No
pretendo hacer paralelismos ni augurar aquello de Carlos Marx en “El Dieciocho
Brumario de Luis Bonaparte”, que “la
historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa”,
tan sólo decir que la historia de las tragedias argentinas no son una buena
base para pensar en el futuro.
Pero,
es preocupante que el gobierno haya perdido tanta credibilidad a esta altura,
cuando todavía falta más de un año para que concluya su mandato.
Por suerte para
el gobierno, Cristina y el kirchnerismo juegan como una suerte de cuco que
distrae a parte de la sociedad de los problemas económicos
Cuando
en su discurso nos dice que no hay que gastar más de lo que tenemos, cómo si el
gasto público no fuera generado por el propio estado que está a su cargo hace
tres años, no vemos un presidente con conciencia cabal de la situación y de sus
causas.
Menos
mal que Macri todavía cuenta con la ayuda de la corrupción K y de una Cristina
que, con su soberbia intacta y un estudiado desentendimiento de las causas que
la comprometen, continúa ocupando parte de la bronca social.
Pero
está claro que ni la hiperinflación ni el default dejaron enseñanza perdurable
en la clase política argentina. Y así nos va, ocupando nuevamente los titulares
del mundo por una gigantesca crisis económica.
Jorge Eduardo
Simonetti
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