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sábado, 9 de marzo de 2019

¿QUIEN LE CREE AL PRESIDENTE?


UN DISCURSO, DOS PAÍSES
"No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra"
Friederich Nietzsche
                       Uno de los actos más trascendentes de nuestra democracia republicana es, sin dudas, el discurso presidencial de apertura de las sesiones ordinarias en el Congreso. Importante en las formas y en el fondo.
                               Las formas, aunque simbólicas, funcionan como representativas del sistema democrático. Patéticamente fueron violentadas por el comportamiento energúmeno de legisladores kirchneristas y de la izquierda, que a grito pelado interrumpían una y otra vez al presidente. Fungieron con sus alaridos, apenas como claque desaforada y barrabravas de traje.
                               A los autoritarios genéticos nunca les importaron las formas republicanas, cuando están en el poder simplemente imponen sus visiones, cuando están fuera de él, recurren a la violencia verbal y material y a la histeria descontrolada para violarlas. Está en su naturaleza, no otra cosa podemos esperar.
Las formas democráticas no fueron respetadas.  Los legisladores kirchneristas y de la izquierda, que a grito pelado interrumpían una y otra vez al presidente, fungieron apenas como claque desaforada y barrabravas de traje
                               Pero la importancia del acto del 1° de marzo radica en su aspecto sustantivo, cual es el contenido de la alocución presidencial.
                                No es un discurso más, no es político ni de tribuna. Es, o debería ser, un mensaje institucional, una rendición de cuentas. Especificar los grandes números en las distintas áreas, contrastarlos con años anteriores, explicar detalladamente las dificultades, dar las razones concretas de los logros y de los fracasos, hablar fundadamente de los principales problemas del país, y de las medidas que se están adoptando para superarlos o atenuarlos.

domingo, 2 de octubre de 2016

UTÓPICOS O MENTIROSOS

EL RELATO DE CADA GOBIERNO
“El objetivo no era tanto construir un mundo mejor en el que la gente viviera, sino hacer una gente mejor que viviera en el mundo” (H.G. Wells)
                              ¿Cuántas veces soñamos con un mundo mejor, un país mejor, una ciudad mejor? Con quimeras  se vive mejor la vida, aunque cambiar el entorno no sea todo, necesitamos también cambiar nosotros mismos.-      
                               Alguna vez escribí que no hay gobierno sin relato y no hay relato sin utopías.-  ¿Cómo compatibilizamos, entonces,  con el aluvión de críticas que sufrió el gobierno kirchnerista por la construcción de su relato? La respuesta es simple: el relato no fue cuestionado como tal, sino por su contenido.-
                               En la literatura, el relato puede construirse a partir de dos parámetros: realidad o ficción.- En la política, en cambio, debe partirse de la realidad, la ficción es engaño.-
Un gobierno debe entusiasmar a la sociedad con la épica de un relato, porque gobernar es mucho más que administrar
                               Cristina Kirchner, en especial, construyó la épica de su gobierno, no ya desde la ficción inocua del paraíso sobre la tierra, sino de la falsificación de los datos duros de la realidad.-
                               Un país serio se cimenta a partir de la veracidad de sus informes estadísticos, lo que no ocurrió en la Argentina del tercer lustro del siglo, dónde no sólo se engañó descaradamente con el índice inflacionario (singular  generador  de distorsiones múltiples), sino que se instaló una burbuja de fantasía a partir del discurso presidencial: “de lo que no hablo, no existe”.-
                                De tal manera, por arte de magia, desapareció la pobreza y la indigencia en la Argentina de Cristina, que por la “maldad” de Macri de descorrer el velo que cubría el Indec, hoy vuelve a aparecer con toda su crudeza por encima del 30%.-

viernes, 19 de junio de 2015

MENTIME QUE ME GUSTA, PERO NO TANTO


Una buena parte de la sociedad argentina prefiere vivir en la mentira y estirarla todo lo que sea posible. Tiene buenas razones para hacerlo: se trata de una actitud sólidamente basada en la experiencia y en un cálculo de estricta racionalidad...
...convengamos que en Argentina se verifica más que en ningún otro lado que nadie puede saber dónde cuernos le va a tocar estar en el largo plazo...y porque la conoce cree que le conviene dejarse engañar: necesita creer que el actual estado de cosas puede durar, precisamente porque sabe muy bien que está agarrado con alfileres y cualquier salida supone riesgos y costos. Así que se deja melonear por una presidente que actúa un presente perpetuo, como si nunca fuera a dejar de estar en su cargo y pudiera seguir eternamente “en cartel”, como protagonista estelar del varieté nacional. Y por un candidato oficial que ha convertido en refinado culto el método de no hacer jamás una afirmación comprobable o refutable sobre nada.