El
filósofo francés Michel Foucault,
considerado el autor más mencionado en el campo de las Humanidades,
describe el poder como algo que yace en la relación entre los dominantes y los
dominados.- En esta relación, existen dos fuerzas opuestas, la “potentia”
y la “potestas”.- Siempre que la
“potentia” actúa sobre un grupo sometido o a someter, surge la “potestas” para
contrarrestarlo, y el resultado definirá las relaciones de poder en una
sociedad determinada.-
A
partir de esta teoría, se pueden distinguir dos momentos en la relación
dominantes-dominados.- El primero es el período hegemónico, en el que se
intenta introducir la ideología dominante a través de la persuasión argumental,
con el fin de lograr una homogeneidad en el pensamiento.- En el segundo, el
poshegemónico, la ideología dominante
está instalada y ya no hace falta convencer sino mantenerla, controlar y castigar el desvío.-
En
el siglo XX, los regímenes totalitarios han seguido esta lógica, desde una
primera etapa de convencimiento a través de la dominación ideológica, y una
segunda de control como resguardo de su continuidad.- El control del
pensamiento ya no es sólo una cuestión de comisariato político, sino del dominio
de los agentes culturales, entre los que
se destacan –por su impacto y poder de penetración- los medios de comunicación
de masas.-
El
marxismo, como argumentación dialéctica de las bondades del colectivismo, se
instaló en una parte importante del mundo, para pasar a su etapa poshegemónica
con la dictadura estalinista.- El nazismo, con un primer período de
instauración del ideario de la recuperación del orgullo alemán y de la
superioridad de la raza aria, tuvo su continuidad a través del totalitarismo
más sangriento que recuerde la historia, en el que la propaganda goebbeliana
fue una de las patas fundamentales para mantener colonizadas las mentes.-
El
autoritarismo, concebido en términos
comunes como un modo anómalo de ejercicio de la autoridad, genera un orden
social opresivo y restrictivo a las libertades ciudadanas.- El modo autoritario
de conducir el poder ocurre en las dictaduras necesariamente como elemento
esencial e integrador de su existencia, pero también puede existir en un
gobierno surgido de la voluntad popular, como modo deformante del mandato
social originario.- En el primer caso es noción constituyente, en el segundo
desviación constituída.-
Hay
dos elementos que funcionan como documentos de identidad de los autoritarismos, independiente de su origen dictatorial o democrático, de su ideología de derecha o de izquierda: su
visión maniquea de la sociedad y la
instalación del pensamiento único.-
Mani
o Manes, sabio persa que se consideraba como el último profeta enviado por Dios
a la humanidad, basa su doctrina en la existencia de dos principios eternos, absolutos
y contrarios: el bien y el mal.- Su visión dualista lo llevó a considerar a su
doctrina como la verdad absoluta (el bien) y el mal estaba en el pensamiento
distinto.-
Esta
visión extrema en el campo religioso, se extendió a la filosofía y a la
política, en ésta última con resultados desastrosos.- El maniqueísmo filosófico
influenció ciertas doctrinas políticas, especialmente el nazismo que, de la
mano de Carl Schmitt, hizo del concepto su eje doctrinario.-
La
traducción política del maniqueísmo consiste en considerar que los que adhieren
a mi pensamiento están del lado del bien y los que no, llevan el mal en su
sangre.- Desde el poder del estado, imponen la autoridad para instalar el
“bien” y castigar el “mal”, dividiendo la sociedad entre buenos y malos.-
Es
éste un rasgo típico del autoritarismo, que necesita de esa visión adversarial
del mundo para justificar sus excesos y métodos de dominación asfixiantes
cuando no represivos.- Regímenes sangrientos o no, los autoritarios buscan
siempre un enemigo, real o imaginario, para instalarlo en la conciencia social
y justificar sus acciones autoritarias en la lucha descarnada contra el
enemigo.- Los malos pueden ser la burguesía explotadora, el imperialismo, los
judíos, los de etnia diferente, la sinarquía internacional, o, de manera menos elaborada y más casera,
simplemente personas o grupos de personas, a quienes les atribuyen malignas
intenciones.-
Pero
esa visión maniquea, necesita de un sustento ideológico que funcione como el
conjunto de verdades indiscutibles, definitivas, que el autoritario debe
instalar como versión épica de la defensa del dogma contra los que pretenden
contrastarlo.- La defensa del modelo a como haya lugar, en cuya tarea la
dominación de los medios de comunicación juega un rol verdaderamente clave.-
Es
lo que llamamos la instalación del pensamiento único, cuya primera descripción
es realizada por el filósofo alemán
Arthur Schopenhauer en 1819.- Más acá, en 1964, el filósofo marxista Herbert
Marcuse, miembro de la corriente crítica que sustentó los movimientos
estudiantiles de los 60, hablaba del “pensamiento unidimensional”, cuya
resultante es el cierre del universo del discurso impuesto “por la clase
política dominante y los medios suministradores de información de masas”.-
La
pretensión de formular un pensamiento unidimensional, sólo puede tener su origen en quienes
detentan posiciones de poder, especialmente en los que manejan los resortes del
Estado, no sólo porque tienen los medios económicos y políticos para imponerlos
a gran parte de la sociedad, sino además por el carácter utilitario que tal
imposición tendrá para el triunfo de sus propios objetivos.- Y es éste, el otro
código importante del autoritarismo.-
En
un régimen autoritario, el pensamiento único no puede ser otro que –obviamente-
el pensamiento oficial y su carácter de verdad incontrastable no puede ser
puesta en duda, porque constituye la diferencia entre la supervivencia del poder
autoritario o su extinción.- Cuando se tiene la sensación de que el modelo
tambalea, el autoritario no se comporta tratando de corregir errores sino
profundizando el modelo, insistiendo en las verdades dogmáticas, moviendo cielo
y tierra para seguir inoculando el pensamiento único en las mentes ciudadanas.-
Pensar distinto pasa de un odioso disenso a convertirse en un pecado capital,
que hay que castigar para que no se extienda.- Demonizar el pensamiento
distinto, castigar al que se atreva a expresarlo.-
No
hay nada nuevo bajo el sol, los tiempos pasan pero los comportamientos del
poder permanecen, para bien o para mal.- Los autoritarios de antes y de ahora
tienen códigos comunes que los
identifican y un hilo conductor que se les nota en la parte posterior del
cuello.-
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