En
oportunidad de pronunciar una conferencia en la Universidad Torcuato Di Tella,
sobre las audiencias públicas en la Corte Suprema, el Dr. Ricardo Lorenzetti se
refirió a la escasez de espíritu crítico y a la ausencia de diálogo en la
sociedad, dónde cada cual defiende la
trinchera de sus propias creencias, sin intercambio con los demás.- En esta guerra de posiciones, “somos
militantes de verdades parciales”, decía.-
Si
el diálogo es el instrumento más importante de la civilización, y es la marca
en el orillo que llevamos los seres humanos sólo por nuestra condición de tal,
la falta del mismo nos conduce a un circuito de primitivo relacionamiento, en
el que las medidas de acción directa y la violencia prevalecen por sobre el
intercambio pacífico de opiniones.-
La
cuestión es grave cuando la falta de diálogo se produce en los niveles de
conducción de la sociedad, especialmente entre quienes ocupan los espacios
institucionales del manejo estatal.- Mucho más lo es aún, cuando esa
incapacidad de diálogo es inherente a la personalidad de los titulares del
poder político.- Y la situación se vuelve terminal si es la propia autoridad
estatal la principal usina generadora de la confrontación social.-
En
estos días, vuelve el gobierno a cargar contra el Poder Judicial, lo cual no
parece una novedad en estos tiempos, salvo porque lo hace cuando le faltan poco
más de seis meses de gestión.- La propia Presidenta se manifiesta en contra de
los poderes que no son elegidos democráticamente (en obvia alusión), el
parlanchín Aníbal Fernández cuestiona la reelección de Lorenzetti como
Presidente de la Corte, se insiste en la edad de Carlos Fayt y se preparan para
un juicio político contra el mismo, colocando a una “camporista” al frente de
la Comisión respectiva en el ámbito de la Cámara de Diputados.-
Si
lo ordinario fue siempre que el gobierno entrante
promoviera cambios en la Corte, lo novedoso es que el régimen saliente es el
que está en esa tarea.- La explicación es casi redundante: cubrir la propia
retirada.-
En
el estado de cosas presente, cabe indagar el ¿por qué el Poder Judicial ha
adquirido tanto protagonismo? La respuesta está por el lado de la virtual
fractura social e institucional que padece la Argentina de estos tiempos.-
Muchos
se preguntan, con fundamento, ¿por qué los jueces, que no son elegidos
democráticamente, tienen la última palabra en la decisión de los conflictos o
en la validez constitucional de una ley? ¿Por qué la palabra judicial tiene
mayor valor que la de los poderes surgidos del voto popular?
La
realidad es que son interrogantes válidos que merecen tener respuesta, por lo
menos desde una visión razonada de nuestro sistema institucional y del sentido
común.-
El
primer fundamento es, llamémosle, legal.- Nuestra Constitución Nacional dice
que estamos en una república, en la que hay tres poderes, dos que se eligen por
vía del voto ciudadano (el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo), y un
tercero (el Poder Judicial) por el sistema indirecto con participación del
Consejo de la Magistratura, del Senado y del Poder Ejecutivo.- Así que, la
cacareada “democratización” de la Justicia es, además de inconstitucional, apenas un estertor autoritario ante decisiones
contrarias a los propósitos del poder.-
De
tal manera, así diseñada la república, al Poder Ejecutivo se le dio la competencia
de administrar, al Legislativo de dictar la ley, y al Judicial de decidir los
conflictos y de controlar la gestión de los otros poderes.- Es lo que los
constitucionalistas llaman el sistema de “balances y contrapesos” (checks and
balances).-
Si,
por vía de hipótesis, la Constitución estableciera que los tres poderes debieran
ser elegidos por el voto popular, casi seguramente el partido que gane las
elecciones tendría el Presidente, la mayor cantidad de legisladores y la
mayoría de los jueces.- Todos responderían, entonces, a la lógica mayoritaria
y, una decisión del poder, no tendría interlocutores válidos a quiénes
reclamarle, porque todos –incluso los jueces- responderían al mandamás de
turno.-
Imagínese
el lector, si la verdad sacrosanta, la única verdad, sea la que diga el partido gobernante que
maneja los tres poderes, ¿a quién se quejaría?
Esa
es la razón, expuesta de manera básica y sencilla, por la que nuestra
Constitución no incluyó la elección popular de los jueces, por lo que el Poder
Judicial se constituye en “contramayoritario”, por oposición al carácter “mayoritario”
de los otros dos.-
La
segunda razón, de carácter fáctico, que
amerita que los jueces tengan la última palabra en el control de
constitucionalidad, es la ausencia de diálogo institucional.- Esto es lo que
sucede hoy en nuestro país.-
Existe
en el ámbito del derecho, la corriente
doctrinaria del “constitucionalismo dialógico”, que consiste básicamente en
promover una solución dialogada de los conflictos institucionales y no
institucionales.- De ello se deduce la existencia de una “justicia dialógica”,
que antes de dar “la última palabra” en un caso, promueve el diálogo entre los
poderes del estado y los ciudadanos e intenta llegar a soluciones
consensuadas.-
En
la Corte Suprema, muchos casos de trascendencia institucional (como la ley de
Medios) y social (medioambiente, pueblos originarios, vivienda), pudieron tener
mejores posibilidades de solución a través de las audiencias públicas, de
creación netamente jurisprudencial.-
Pero,
sin dudas, el diálogo es un asunto plural.- Si uno no quiere, dos no dialogan.-
Hoy, en la Argentina, no hay diálogo porque el poder actual es refractario al
consenso.- La Presidente no quiere
dialogar, sino imponer.- Entonces, el final es previsible: la confrontación y
la fractura.-
Con
un Congreso dependiente del Poder Ejecutivo, le queda al Poder Judicial cumplir
la función compensadora que le es propia, poner los límites a los abusos y a
las pretensiones autoritarias.-
Con
una cultura política diferente, con políticos menos egocéntricos, con
gobernantes más razonables, es probable que puede llevarse adelante un sistema
que funciona en otras partes del mundo (como Canadá, Australia, Sudáfrica), el
de la justicia dialógica, en el que los conflictos sean canalizados en el
ámbito del diálogo.-
Sin
embargo, hoy por hoy, a la Justicia no le queda otra salida que cumplir con su
tradicional función de “contrapeso” del poder, poniéndole límites a través de
decisiones que naturalmente generan tensión en el ámbito institucional.-
En
tal sentido, aunque parezca contradictorio, es mérito del kirchnerismo la
designación de una Corte que se maneja con independencia de criterio, aunque
hoy se den de cabeza contra la pared y quieran cambiarla.-
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