JORGE EDUARDO SIMONETTI
Que la muerte del fiscal especial de la causa
AMIA, Alberto Nisman, determinará seguramente un antes y un después en la vida
política e institucional de la Argentina, ya pocos dudan.-
Ese
cambio de época que se percibe, es naturalmente adverso al gobierno, al modo
particular con que el kirchnerismo ha gestionado durante más de doce años y que
termina de la peor manera, con un muerto
que recae sobre las espaldas cada vez más estrechas de una administración
política que se manifiesta incapaz de torcer un
rumbo ya de estrepitosa pendiente.-
Ese
modo disociativo de la conducta presidencial, que con la facilidad de un cambio
de indumentaria, troca su investidura funcional por otra de adolescente
tuitera, que en lugar de encarar la situación desde su sillón de poder lo hace
desde su asiento de computadora, pasa a ser meramente una anécdota ante las
implicancias graves que genera un gobierno sin respuestas ante un magnicidio de
la envergadura del de Nisman.-
La
liviandad y superficialidad de las opiniones acerca de la muerte del fiscal, la
manera irresponsable con que se dice una cosa así como se dice la contraria a
los dos días, acercan a Cristina y sus
corifeos a la calidad de panelistas de la T.V. criolla antes que a la de
integrantes de los estamentos superiores de la administración de la Nación.-
No
fue de extrañar la posición oficial, a través del generoso reparto de sospechas a un lado y al otro.- En lugar de
actuar con la solvencia institucional de soporte de una investigación seria y
objetiva, hizo lo que siempre hizo, echar culpas a otros.-
Pero
ahora la cuestión es distinta, no son ya los fondos buitres ni los grupos
concentrados los sospechosos propiciatorios de las impericias y los malos
resultados de la gestión, es el propio gobierno quien soporta las miradas
acusatorias de casi toda la sociedad acerca de una muerte sugestiva.- Y el sayo
le queda a la perfección.-
Se
investigan los hechos, pero pocos dudan que la muerte fue la consecuencia del
delito, ya sea de un suicidio inducido o
de un homicidio.- Se buscan los autores materiales e intelectuales de la
muerte, los instigadores de la misma.-
Es
posible, no sé si probable, que la investigación esclarezca los hechos,
determine las responsabilidades penales y la eventualidad de los juzgamientos
correspondientes.-
Sin
embargo, no hace falta mayor análisis para determinar la responsabilidad
política del magnicidio, aquello que en paráfrasis de la terminología jurídica,
podríamos denominar la “autoría moral” de la muerte del fiscal.-
Con
Nisman no comienza la actuación mafiosa contra los estamentos judiciales, muy
por el contrario, es la culminación violenta de un largo proceso, durante el
cual se pretendió desde el poder arrinconar a la justicia, ponerla de rodillas,
quebrar su moral, inducirla
espiritualmente al suicidio institucional de sometimiento al gobierno, o darle
el tiro de gracia de un copamiento político indisimulado.-
Desde
hace varios años que el Poder Judicial de la Nación está viviendo con una
pistola en la sien, eso es bien sabido.- La incertidumbre sólo estaba en
determinar si era el propio poder quién iba a apretar el gatillo o una mano
externa sería la ejecutora.-
Los
tristemente recordados proyectos de “democratización” de la Justicia,
pretendieron darle diseño legal a un fallido intento de terminar con la
república, de diluir la división de poderes, de avanzar en el objetivo de darle
color mayoritario a una pretensión totalitaria.- Someter a la Justicia y
silenciar a los medios, resultaban el combo perfecto en clave legal: la ley de
medios y las de elección popular de los estamentos judiciales, terminarían con
todo vestigio del pensamiento distinto y de contralor del poder.-
Lo
que siguió después fue el plan B de la estrategia “democratizadora” fracasada:
modificar el Código Civil eliminando la responsabilidad patrimonial de los
funcionarios, alivianar las figuras penales de los delitos contra la
administración pública, cambiar el Código Procesal Penal para poner la
persecución penal en manos de la Procuradora ultra K Alejandra Gils Carbó,
proceder a la designación masiva de fiscales “amigos”.-
A ello se le agregó el acoso a los magistrados
y funcionarios independientes y la protección amistosa a los del palo, tales
los casos de Campagnoli y Oyarbide, dos casos paradigmáticos que ocupan los
lugares opuestos en las pasiones kirchneristas.-
La
tarea destructora no sólo tenía carácter externo, no terminaba con el dictado
de leyes a través de la mayoría automática del Congreso.- También se trabajaba
intra-justicia, logrando la adhesión de magistrados que, encandilados con las
mieles del poder, se encolumnaron en la construcción oficialista “Justicia
Legítima”, politizando internamente los estamentos judiciales, para avanzar
también sobre otros órganos cómo el poderoso Consejo de la Magistratura.-
Demás
está decir que todo ese accionar insidioso en el recoleto ámbito de la toga y
el estrado, contó siempre con la cobertura conceptual de un personaje apto para
todo servicio, el inefable Eugenio Zaffaroni, cuyo último favor fue colgarle
una hermosa “cola de paja” al gobierno, al decir que no había delito aunque las
denuncias de Nisman contra Cristina y Timerman fueran ciertas.-
Así
está hoy la República Argentina, su Presidenta, los amigos del poder, también
los opositores, la misma Justicia.- Con
un cadáver en el placard, nada menos que del fiscal investigador del ataque
terrorista más grave que haya sufrido nuestro país en toda su historia, con más
de ochenta víctimas, sin condenas a veinte años del terrible suceso, con la
cúspide del poder vernáculo denunciada por el delito de encubrimiento de los
principales sospechosos, los iraníes.-
Pareciera
que hoy no basta con el relato para dibujar una realidad a medida, se ha
deshilachado de manera definitiva esa relación de credibilidad que debe existir
mínimamente entre gobernantes y gobernados.- Esperemos que esa cuerda tan
sensible, no se corte antes del 10 de diciembre próximo.-
Si
la justicia vivió estos últimos años con la pistola institucional en la sien,
no fue de extrañar que alguien apretara el gatillo destrozando la cabeza de uno
de sus integrantes.-
Le
tocó a Nisman, pudo ser otro, pero las esquirlas alcanzaron tan certera y profundamente
a una sociedad atónita, que seguro será largo el tiempo de convalecencia.-
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