Siendo
las una de la madrugada, me hago ésta pregunta: ¿Quién auguró que Macri sacaría tantos o más votos que Scioli, o que
Vidal le ganaría a Aníbal Fernandez en la Provincia de Buenos Aires?
Cómo
carezco absolutamente de dotes de adivino, nunca me animé a pronosticar
resultados electorales.- Sin embargo, cuestión distinta es entrever las disyuntivas principales que presentaba cada elección,
en cada caso únicas e irrepetibles, para de allí obtener los elementos
principales que la decidirían.-
No
resulta posible explicar esta elección a partir de los partidos políticos.-
Hace mucho tiempo que en la Argentina, especialmente en el siglo XXI, los partidos políticos perdieron capacidad
de intermediación con la sociedad.- Tanto en los comicios como en los conflictos, el protagonismo es de los
ciudadanos, y la dirigencia política tradicional camina a la cola de los acontecimientos.-
En
ese marco, el régimen que se instaló
hace más de una década en el gobierno de la Nación, marcó la tendencia de los comportamientos sociales: el de la confrontación, el de la lógica
adversarial.- Obviamente, esa misma lógica se trasladó periódicamente a los
comicios desde 2005.-
En
2015, con casi un cambio de época, las
elecciones presidenciales representaban, no la competencia entre las
propuestas o candidatos partidarios, sino la
tensión principal asentada en el seno social: la puja entre la
seguridad alimentaria por un lado y la libertad
política o ciudadana por el otro, cada una de ellas protagonizadas por
actores distintos de la sociedad.- El
resto de los componentes, resultarían complementarios,
aunque probablemente decisivos en el ajuste de los números, de la centralidad de la opción primaria.-
Estoy
hablando que el combate principal,
fue llevado adelante por dos voluntades o pretensiones absolutamente
diferentes, aunque no necesariamente contrapuestas, cuales son: el “voto alimentario” en un rincón y el “voto libertario” en el otro, sin que
la nominación tenga características peyorativas.-
Describo
esta estación de la democracia nacional, cómo la del voto “clasista”, porque el primero se adopta en función de las
necesidades más elementales de los sectores
carecientes, alimentación y vestido, en las que mantener el “plan” resulta casi vital para la
persona.- El segundo, es propio de
aquéllos que, si bien pueden no nadar en la abundancia, su subsistencia no está atada a las políticas asistenciales, por lo
que sus requerimientos están más relacionados con reclamos de mayores libertades ciudadanas, mejor democracia, menos
autoritarismo.-
Mal
que les pese a quienes desean buscar elementos más sofisticados de definición,
hubo ayer una disyunción del sufragio
en función de la clase social de
pertenencia.- Las personas en estado
de pobreza votaron al Frente para la
Victoria y los de clase media a la
oposición (obviamente estamos hablando en la generalidad).-
Es
que el ser humano posee un instinto de
preservación que es primario, elemental, básico.- ¿Hubiera sido probable
que los beneficiarios de planes sociales, en su gran mayoría, votarían a
alguien distinto? No.- Resultaba lógico que para preservar sus beneficios, la preferencia descansaría en el heredero de los mentores originales del subsidio social (Scioli), aun cuando las
promesas opositoras les auguraban el mantenimiento del mismo (Macri,
Massa).-
Del
otro lado, la pregunta era la misma y la respuesta idéntica: los “caceroleros”
reales o virtuales, como representantes de una clase media que protagonizó todas las
quejas y marchas contra el régimen, con
reclamos más sofisticados, aunque no menos necesarios, de seguridad,
división de poderes, libertades cívicas,
iban a preferir a los candidatos
opositores.-
De la incidencia relativa de las pesas de cada clase social en la balanza
electoral, dependería que el fiel se inclinara para uno u otro lado, y era eso
lo que determinarían los números crudos.-
Los “planes
sociales” resultaron importantes, no decisivos, a la hora de contabilizar
votos, hablamos de 18,2 millones de subsidios (no de personas), sobre un padrón electoral de más de 32
millones, que suma directa
(beneficiario) o indirectamente (grupo familiar) apoyo al candidato oficialista, lo cual constituye un número muy
importante para contabilizar como base
de un posible triunfo en una primera vuelta electoral.- Los que votarían en contra el oficialismo, contaban con
una oferta dividida (Macri y Massa,
principalmente), lo que atentaría con la pretensión de alcanzar el
“ballotage”.-
Consecuentemente,
la tensión principal de los comicios
resultaba con una connotación clasista
indubitable, en un caso por la preservación descarnada de la subsistencia dependiente de la ayuda estatal, y en el otro de la
obtención de una superación de las
restricciones cívicas y libertarias del
autoritarismo.- Así votamos los argentinos.-
Los otros elementos, tales como la
pertenencia a las agrupaciones políticas contendientes, el detalle de los programas
económicos (casi similares en los tres casos), y otras yerbas, resultaron apenas complementarios de la tensión
principal expuesta.-
En
este marco, Macri jugó una partida muy
brava al rechazar una interna con Massa en las Paso, para definir el candidato
de la oposición.- Su gurú electoral, el
ecuatoriano Durán Barba, lo llevó a apostar al “purismo”, y la apuesta le salió bien.-
Del
modo expuesto, el peso clasista del hartazgo
estuvo por encima de la defensa clasista de la subsistencia, y así se llega a una segunda oportunidad para
definir el futuro de la Argentina.-
Dentro
de tres semanas, seguramente, tendremos un nuevo turno electoral, en el cual
jugarán parámetros más variables.- Ya la tensión clasista ha sido expuesta como
núcleo de la primera vuelta; en la
segunda, será necesario trabajar con “sintonía fina”, para captar los
sufragios de los electores que no optaron por los dos finalistas.-
Sin
duda que en ella, el que tiene mejores
chances es Macri, las tenía con
sólo alcanzar el “ballotage”, porque todo aquél que no votó en la
primera vuelta por el continuismo de un largo régimen de 12 años, muy
probablemente no vaya a hacerlo ahora.-
El
mazazo que recibió el oficialismo, es casi la crónica de una muerte anunciada, especialmente con los resultados
en la Provincia de Buenos Aires.- El estado de ánimo de los protagonistas todo
lo expresaba: con el discurso de
“kirchnerismo duro” en el Luna Park, un acongojado Scioli tal vez haya dado anoche la primer palada para cavar su propia fosa, contrastando con un Macri tranquilo, que siempre corrió de atrás y terminó en una
posición soñada.-
El
cerebro del ser humano es un órgano
complejo.- Las emociones hostiles que nos conectan con un candidato que no apoyamos,
nos induce a imágenes e ideas negativas del mismo, y viceversa.- Es lo que en
psicología se conoce como “sesgos confirmatorios”.-
Creo
que los “sesgos confirmatorios” son los que determinarán el comportamiento
del electorado en la segunda vuelta.- Y ellos indican que son muchos más los que se conectan negativamente con el candidato
oficialista, no tanto por él mismo, sino por lo que representa.-
“Alea jacta est” (la suerte está
echada) dijo Julio César al cruzar el Rubicón.- ¿Tendrá el pueblo argentino que
parafrasear al entonces general romano para la segunda vuelta?
Jorge Eduardo Simonetti
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