VOTANTE NÓMADE Y LA BOROCOTIZACION DE LA POLÍTICA.- Un legendario relator deportivo,
repetía que “el fútbol es pasión de
multitudes”, y razón no le faltaba.- El hincha futbolero soporta todo, el
frío, el calor, incomodidades, las
esperas y tantas cosas, con tal de ver a su equipo favorito.- No me refiero al
barrabrava violento e interesado, sino al hincha que banca a su camiseta en las
buenas y en las malas, en el campeonato y en el descenso, siempre.- No conozco
a un verdadero hincha que cambiaría de bando porque no ganaba su cuadro
favorito.-
Es
que la pasión, como el amor, es una emoción intensa, un sentimiento, lo que
se ama no necesita de razones, no se
puede explicar, el corazón no sabe de “porqués” ni de resultados.- Y, para
mejor, la pasión futbolera es perdurable, incondicional, intensa,
innegociable, provoca un fenómeno que difícilmente se de en otros ámbitos: es democrática y justiciera, porque
iguala jerarquías y elimina clases sociales, aunque más no sea por noventa minutos.-
La
nobleza de la pasión nos exige diferenciarla
del capricho, el arrebato, el impulso, la adicción.- Esta distinción tiene
tanta importancia como la que se establece psicoanalíticamente entre el deseo y
su mala caricatura: las ganas.-
La
pregunta es: ¿la pasión del hincha de un
equipo es equivalente a la del ciudadano por su partido político? ¿Juegan
en la política los sentimientos y las camisetas, las banderas y las divisas?
La
historia nos muestra que, en tiempos pretéritos, las personas adherían a sus colores partidarios tal cómo un hincha
de fútbol a su camiseta, de forma
incondicionada, hasta hereditaria por su trasmisión de padres a hijos.- El
que nacía colorado, moría colorado; el que lo hacía celeste, moría celeste, el
blanco, blanco.-
Otros tiempos, otras realidades, otros
principios, otras formas de vivir la vida, eran épocas en que la palabra valía lo que un documento (o
más) y el compromiso se sellaba a fuego.-
Paulatinamente,
con el transcurso de los años, la vida
fue cambiando (no sé si en evolución, éticamente hablando), las relaciones se fueron configurando
de un modo más liviano, más “ligth”
para usar un extranjerismo actual.- Ni los matrimonios son ya una apuesta para
toda la vida, menos aún otros compromisos no tan cercanos.-
Entre
tantas, también la política fue cambiando,
los partidos fueron perdiendo identidad, la adhesión a los mismos mutaron desde la pasión hacia el compromiso
“aguachento”, capaz de cambiar de un momento a otro sin valederas razones.-
En
descargo de la política, debo decir que
no son absolutamente identitarios los vínculos que se generan entre el hincha y su club por un lado, con el
que tiene el ciudadano con el partido
de su preferencia.- La modernidad ha devaluado
la pasión y puesto en valor la razón.-
Los comportamientos humanos cambiaron, y los sentimientos fueron
progresivamente transformándose en elementos más racionales, necesitados de
argumentos para mantener el vínculo.- Es más, todo lo que quedó de la pasión, con la personalización de
la política fue volcándose al líder
carismático, y casi nunca, a una organización política.-
Es
por ello que, en el universo del electorado, el votante cautivo (o adherente incondicionado a una divisa
partidaria) haya ido cediendo espacio
cada vez más evidente en favor del votante
no comprometido de antemano, aquél
ciudadano que en cada elección hace pesar su juicio particularizado acerca de
las ofertas electorales, los candidatos, las propuestas, las ideologías en juego
(en mínima proporción), la mejora de su propio nivel de vida o el de su grupo
de pertenencia, etc.- Aunque, en perjuicio democrático, el crecimiento del voto alimentario haya creado un nuevo tipo de votante cautivo, que
también tiene que ver con la razón (el plan) y no con la pasión.-
Aunque
no lo parezca, la mayor proporción de
votantes nómades o “mutantes”, produce un resultado beneficioso para la democracia, porque el político no puede dormirse, debe renovar la propuesta en cada
oportunidad, para cada momento de la vida comunitaria, ante cada acechanza
sobre la suerte común, para conquistar ese voto no cautivo.- Ni sirven los
laureles marchitos, ni la invocación a las glorias pasadas, ni la eventual
apelación a una pasión del tipo futbolero.-
Sin
embargo, una cosa es que el ciudadano pueda dirigir su voto de modo distinto en
cada elección, dependiendo de la idea, la propuesta, el candidato, y otra muy
distinta es la lamentable
“borocotización” de la política, neologismo que recuerda al famoso médico
que diera una vuelta de campana en favor del kirchnerismo, luego de haber sido
electo diputado nacional por el PRO.-
Es
que de un tiempo a esta parte, gran parte de
la política profesional, no los
ciudadanos, fue dejando los jirones de
una ética mínima, para colgarse de manera
oportunista a cualquier alternativa electoral, aún a las más opuestas a sus
supuestas convicciones, demostrando que “cualquier colectivo le deja bien” al
político desvergonzado y mercantilista.- Y esto vale tanto para las personas
como para los partidos.-
Es
imposible explicar, con algún grado de coherencia y credibilidad, las increíbles alquimias electorales que
llevan a los partidos a rematar su trayectoria con tal de obtener alguna
migaja.- Baste con observar las boletas de algunas alianzas electorales, que
teóricamente constituyen una misma
oferta política en lo legislativo, pero que llevan de manera alternativa a
los tres candidatos principales a la
Presidencia de la Nación.-
Da
lo mismo Macri, Scioli o Massa, la cuestión es tirar “arrancapastos” que no dejen ningún voto posible en el
camino.- Un cambalache inexplicable y demostrativo de la pobreza conceptual y la indigencia ética de alguna dirigencia
política.-
También
los pases de los dirigentes demuestran esa laxitud moral.- O si no
pregúntenle a Massa, que sufrió una
sangría de patéticos personajes del
salto en garrocha, tales cómo, últimamente, una diputada cuyo nombre ni
recuerdo, y el sinuoso Francisco De Narvaez.-
Ello
pasa en muchos partidos políticos,
aunque el peronismo cuente con
ventaja apreciable respecto al resto, porque se puede ser “traidor” (u “hombre de lealtades sucesivas” al decir de Perón) de puertas para adentro, sin necesidad
de cambiarse de divisa.- El “cajón de sastre” de la política argentina, permite
ser liberal, socialista, estatista, mercadista, sucesivamente, sin necesidad de llenar nueva ficha de
afiliación.-
Es
que el peronismo, estoy convencido,
nunca fue un movimiento político luego de 1955, antes bien una máquina arrolladora de poder, un sistema casi infalible para
hacerse de él, un instrumento al que
recurrieron y recurren hombres de distintas ideologías, que llevan el rótulo
bien marcado pero con un contenido
variable de acuerdo a las circunstancias y conveniencias.- Tanto que, en
los últimos setenta años, ningún Presidente no peronista pudo terminar su
mandato.-
Finalmente,
desde la perspectiva que planteamos, el verdadero eje de la política contemporánea no está dado en la tensión entre la pasión y la razón,
sino entre la pasión y la indiferencia, la
ética y la desvergüenza, la coherencia y lo escabroso, los principios y las ambiciones, las reglas y el
desmadre utilitario.-
Por
ello, tal vez tengamos mayor
satisfacción espiritual al sentarnos en el tablón del hincha que en las tribunas de la política.-
Jorge Eduardo Simonetti
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