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domingo, 18 de octubre de 2015

VOTEMOS POR MÁS Y MEJOR DEMOCRACIA

NO ENTREGUEMOS NUESTRA LIBERTAD.- El filósofo italiano Carlos Galli, en su libro “El malestar de la democracia”, analiza la existencia de una desazón hacia la democracia.- Por un lado, en el plano subjetivo, del sujeto considerado como “ciudadano”, que se manifiesta como “desafecto”, una indiferencia cotidiana hacia la misma, una aceptación pasiva y acrítica, una mirada resignada.- Por el otro, en el marco objetivo, que nace de la comprobada inadecuación de la propia democracia, de sus instituciones, para mantener sus propias promesas, estar a la altura de sus fines.-
                               Ello ha llevado al sociólogo alemán Ulrich Beck, a considerar que “la democracia es la religión del pasado. Continuamos practicándola el domingo y en Navidad bajo el árbol de la urna electoral. Pero ya pocos creen en ella. Es el dios muerto de la modernidad temprana, que todavía sobrevive. El cosmopolitismo secularizado conserva una fe ya débil en los santos sacramentos de la democracia”
                               Es que la democracia, que tuviera sus orígenes en la Grecia ateniense, comenzara su desarrollo teórico y filosófico luego del Renacimiento, adquiriera chapa mayoritaria en la segunda parte del siglo XIX y primera del XX, tiene hoy un decantamiento de orden global,  que confiere espacio conceptual para analizarla en perspectiva en su evidente decadencia.-
                               En la Argentina, la nueva democracia va a cumplir 32 años de vida, ya ha transcurrido suficiente tiempo en mayoría de edad, y tenemos sucesos y vivencias experimentadas, para comprobarla en la metodología de prueba y error.- Sabemos hasta dónde ha otorgado los resultados que esperábamos, conocemos sus virtudes, pero fundamentalmente conocemos sus carencias, carencias que son las propias de nosotros mismos, los “ciudadanos”, y que son también, y fundamentalmente, de los “operadores” del sistema, la elite gobernante, aquélla integrada por lo que comúnmente llamamos la “clase política”.-
                               Siguiéndolo a Galli, en nuestro país podemos afirmar también que existe un “malestar” de la democracia, hay mucho que computar en el haber, pero también se engrosa la lista del debe, aquello que la democracia no supo darnos, o más propiamente aquello que nosotros mismos no supimos darle a ella, para hacerla mejor, más eficaz, y más valiosa.- En definitiva, somos los hombres los que enriquecemos o envilecemos los sistemas.-

domingo, 11 de octubre de 2015

IRSE O EL DOLOR DE YA NO SER

TRANCE PSICOLÓGICO, BAJARSE DEL PODER.- Cuando hablamos de democracia, un lugar común  suele ser adjetivarla cómo el “sistema menos malo” para gobernar.- En realidad, una concepción más amplia nos la muestra, además, cómo una manera de vivir, de relacionarnos, de disentir y acordar, de diferenciarnos y zanjar las diferencias, de poder convivir en la diversidad, de pensar sin unanimismos, de poder expresarnos, y, obviamente, de elegir nuestros representantes.-
                               Una de sus características esenciales es  la periodicidad de los mandatos de los representantes.- Las instituciones reflejan el dato de permanencia, los seres humanos el de finitud.- Es por ello que para los hombres la democracia se conjuga con el verbo pronominal de “irse”, los gobernantes cuando llegan ya se están “yendo”, para ser reemplazados por otros.- El que llega pensando quedarse, seguramente está malversando el sistema, un sistema que sabe de locadores, no de propietarios.-
                               No es casual que aquéllos que promovieron reformas constitucionales para establecer la reelección indefinida, casi seguramente cayeron en el abismo insondable en el que caen invariablemente los autócratas, los autoritarios, los que colocan su propia persistencia política por encima de las normas y de las instituciones, los que condicionan el éxito de la vida ciudadana a su propia eternidad.-
                               Tal vez el ejemplo paradigmático de esa minusvalía sistémica en la Argentina, sea la Provincia de Formosa.- La letal combinación de la pobreza, el asistencialismo, y el modo feudal más descarnado para administrar, representa la contracara del “deber ser” en el ámbito de una democracia.- Carlitos Tévez es apenas una anécdota, un instante en la vida de los formoseños; lo sustancial, lo permanente, lo interminable es, para ellos, Gildo Insfrán, gobernador desde hace veinte años y postulado por otro período más, el sexto.-
                               Luego de ocho años de mandato continuado, y doce si consideramos el período de su marido, le toca hoy a Cristina aquello que les ha tocado a todos los gobernantes del mundo democrático: irse.- Ha cumplido su período constitucional, que admite sólo una reelección consecutiva.-