MIEDO A DEJAR EL PODER.- “Sólo hay que temerle a Dios, y en todo caso
a mí un poquito”, dijo
una exultante Cristina en 2012, en
el apogeo de su poder.- Es que, antes que amada, siempre prefirió
ser temida.- Pronta a jubilarse, según sus adláteres ya no es hoy a
Cristina a quién hay que temer, sino a Mauricio
Macri.-
De
pronto, aquello que fue un componente secundario en la campaña electoral de la
primera vuelta, se convirtió en el elemento sustancial del camino oficialista
al “ballotage”: el miedo.- También
la extorsión y la amenaza.-
Todos
ellos agitados desde las esquinas del poder, desde las ventanas del mando,
desde cada personaje de la década ganada, en sus más diversas formas, que en dosis masivas se intenta inyectar
en los corazones y las mentes de los
argentinos.-
Desde
el argumento infantil hasta la
afirmación truculenta, desde el
cierre de Tecnópolis hasta la vergonzosa afirmación del Ministro de
Salud respecto a los centros de atención oncológica, desde la liberación de los
condenados por los derechos humanos lanzada por una desesperada Carlotto hasta
el vaciamiento del Conicet, desde la pérdida del trabajo o del plan social
hasta el inadmisible alineamiento partidario de muchos rectores de universidades
nacionales, sigue y suma, una larga
lista de “calamidades” nos esperan
a los argentinos si no ganan, si no vuelven a ganar otra vez, los mismos que ocupan el poder hace doce
años.-
Tarde y mal.- Mal, porque más que miedo
generan indignación; tarde, porque
parece que no advirtieron que el electorado ya no tuvo temor al cambio, más del 63% lo votaron en la
primera vuelta.-
Pero,
aunque lo parezca, no es un invento kirchnerista, es casi tan antiguo como la humanidad.- Desde el fondo de los tiempos, la ira y el
miedo se han usado como instrumentos de control, dominación y movilización
política por parte de las elites y grupos gobernantes.-
Primero
fue el miedo a la furia de los dioses y a la ira de la naturaleza y las pestes,
después, fue el miedo a las guerras por sus efectos devastadores; en regímenes
más modernos, a los autoritarismos y los totalitarismos; hoy, bajo sistemas
democráticos, a la pobreza, a la debacle económica, a la delincuencia, al
terrorismo.-