NARCISISMO Y PERVERSIDAD PARA EL FINAL.- La intención primigenia fue dedicar el presente
artículo a analizar el futuro, aquello
que comienza, eso que podemos esperar los argentinos con el
nuevo gobierno.- Pero el pasado, lo
que termina, lo que debería fenecer el 10 de diciembre, porfía por permanecer, trascender, continuar, no de la mejor
manera, por el efecto de sus obras, sino de la peor, con el intencional incremento de sus lastres.-
En un país verdaderamente democrático,
el cambio de gobierno constituye un
suceso institucionalmente importante, aunque de práctica periódica.- Tanto el que entrega cómo el que recibe el
bastón de mando presidencial, se comportan de
acuerdo a las reglas.- Pero, tal parece, éstas se hicieron pedazos a partir
de un espectáculo que los argentinos no asistimos siquiera en la transición
entre dictadura y democracia.-
El comportamiento presidencial en este fin
de ciclo, no puede ser más penoso.- Además de complicar el traspaso con sus
insólitas proposiciones, se empeña Cristina
en encender apresuradamente todas las mechas de situaciones potencialmente explosivas,
para que la deflagración se produzca en los primeros tiempos de gestión de su
sucesor.- Y no lo hace como los terroristas de antaño, a escondidas, sino a cara descubierta, con la metodología
del ISIS, que filma sus ejecuciones sanguinarias y las expone a la vista
pública.-
El
problema principal es que los efectos
mediatos e inmediatos de las bombas económicas e institucionales, recaerán directamente sobre el pueblo
argentino, aunque ello no parece importarle al final de sus ochos años de
mandato.-
Es
tal la prodigalidad propietaria que
demuestra en sus últimas medidas al frente del Poder Ejecutivo, que pareciera
que los argentinos no nos hemos dado cuenta que, dentro del fenomenal incremento de su patrimonio en los doce años
del régimen, se encuentra también la escritura
de propiedad del estado nacional a su favor.-
La
democracia le ha brindado la posibilidad
de salir por la puerta grande de la historia nacional, deja algunas obras
ponderables, y casi un cincuenta por ciento de los argentinos votaron por su
partido.- Aunque la mayoría quiso un cambio, el apoyo obtenido por su candidato
le tendría que haber resultado suficiente para egresar con su descomunal ego satisfecho.-