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sábado, 5 de marzo de 2016

DIOS Y EL CESAR (MATEO, 22,21)

LO DIVINO Y LO TERRENAL.- “Habemus Papa”, el 13 de marzo de 2013 fue el anuncio del cardenal protodiácono, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, ¡y es nuestro, es argentino! se escuchó decir con alborozo en todos los rincones de la patria (salvo en la Casa Rosada).-            
                               La frase en latín, mil veces repetida en los televisores, iba a marcar el inicio de un peregrinaje a Roma de muchos connacionales, casi tanto como musulmanes a la Meca, en audiencias públicas para el común, en encuentros privados para políticos, artistas, deportistas y otros mediáticos.-
                               Presumo que a Jorge Bergoglio, en ese momento trascendental, no se le escapó que gran parte de la fauna criolla intentaría mimetizarse con su figura, para recibir, aunque sea por osmosis, los  beneficios de la santidad pontificia y de paso compartir la popularidad del nuevo Papa.- Y así fue.-
                               Cristina se reunió varias veces con Bergoglio Papa, nunca con Bergoglio obispo.- Y aunque le hayamos criticado el indebido aprovechamiento político llevando funcionarios y candidatos para la foto, lo cierto es que la Presidenta nos representaba a todos los argentinos en cada audiencia.-
                               Sin embargo, en febrero de 2016,  escasos veinte minutos de tiempo, la frialdad de trato escondida tras una formalidad vacía, fueron las características principales de la audiencia que el Papa concedió al Presidente Mauricio Macri.-
                               Y como Francisco es muy inteligente y nada hace por casualidad, no podemos obviar que la gestualidad pontificia no fue el producto circunstancial de un estado de ánimo, tuvo el claro propósito de trasmitir un mensaje de disconformismo a la   máxima autoridad política de la Argentina, mensaje que quería se supiera en su significado simbólico, y así sucedió por su repercusión  en la prensa mundial.-
                               No hay otra explicación.- Los temas tratados en el breve encuentro, quedaron en un segundo plano, sepultados por la contundencia fáctica de la actitud papal, en claro contraste con la amplia sonrisa y el generoso tiempo que le dedicó a Cristina, a Raúl Castro o a Obama.-
                               Con un talante casi descomedido, ¿intentaba Francisco decirle algo a Macri, y a todo el pueblo argentino a través de él? ¿Lo atendió al primer mandatario como pastor principal de la religión católica, o cómo un Jefe de Estado a otro, o como argentino con determinada simpatía política? Lo seguro es que Macri concurrió como Presidente de la Nación Argentina, tal como Cristina en otras oportunidades, y el trato que recibe tiene carácter transitivo para todos los argentinos representados por el primer mandatario.-
                               Resulta muy complejo para un pastor,  conciliar los intereses de Dios con los del común de los mortales, más aún cuando se trata de sus connacionales.- Inevitablemente, se mezcla la política con la religión, lo sagrado con lo terrenal, las pasiones sectarias con el necesario universalismo.- Le pasó a Wojtyla en Polonia, le pasa a Bergoglio en Argentina.-

                             
  Separar las aguas con la sentencia cristiana de “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, parecería el método más adecuado para entender al pastor.- Pero, el Papa no es Cristo, Argentina no es Judea, y los argentinos no somos los fariseos.-
                               Estando, como está, dividida la sociedad por cuestiones políticas,  la reunión debió haber servido para generar un mensaje de unidad, pero provocó una reacción precisamente contraria: la mitad quedó conforme, la otra mitad desconcertada y molesta,  la grieta se incrementó en su profundidad.-
                               Cierto es que las lecturas interesadas tal vez hayan colocado al Papa en un lugar en que no quería estar.- Para los kirchneristas, el Papa demostró una preferencia hacia su sector político; para los macristas, el gélido protocolo vaticano tuvo una lógica,  la del pastor de almas que muestra mayor acercamiento con los pecadores.-
                               Macri, mostrando una vez más que lo suyo no es la confrontación, colocó la otra mejilla, no emitió un solo lamento y volvió como un señorito al país.-  Pero la fría formalidad fue de un ida y vuelta, porque tampoco Macri, antes, durante o después de la audiencia,  se ha mostrado muy interesado en mantener un trato meloso con el Santo Padre, tal como sí lo hizo su antecesora.-
                               En lo personal, si bien no puedo decir que haya esperado la actitud pontificia, tampoco puedo afirmar que  me haya sorprendido.- Es que Bergoglio Papa no puede ser muy diferente al Bergoglio Obispo, una persona de costumbres sencillas, enemigo del lujo y la ostentación, acostumbrado a tomar el trasporte público y a visitar los barrios pobres, pero también  con la pasión sanlorencista y una simpatía peronista de la que no pudo abjurar.-
                               Fue abundante en estos días la literatura referida a la audiencia, muchas con “sesudas” y creativas interpretaciones que buscaron neutralizar aquello que quedó por demás evidente: Francisco atendió a Macri rápido, frío, serio y formal.- Explicar otra cosa es subestimar nuestra capacidad de entendimiento, y también la del Papa, que demuestra lo que quiere demostrar: a Macri, le aplicó la frialdad del protocolo vaticano, a Cristina, la calidez de la residencia de Santa Marta.-
                               En la Argentina de estos tiempos, existen dos clases de políticos, independientemente de su orientación ideológica: los institucionalistas, que son los que defienden el sistema y se comportan en el marco de sus reglas;  y los otros, los populistas, que son los que critican el sistema, manifiestan su disconformismo con el mismo y hablan de medidas revolucionarias de cambio, pero que en la práctica hacen poco por modificarlo, apenas retocan los aspectos cosméticos, con medidas asistencialistas que no constituyen cambio sustancial.-
                               Obviamente que Francisco es un hombre público.- Además de su tarea pastoral, es referente sustancial de las ideas políticas y sociales en el mundo.- Sus mensajes son de cambio, de una Iglesia diferente, más cercana a los intereses populares, con pastores que ingresen al corazón de las frustraciones sociales y no sean meros espectadores, se ha manifestado en contra del capitalismo insensible y crítico de gobernantes conformistas con las injusticias sociales.-
                               Ello está muy bien en el plano teórico de una iglesia militante, pero en la práctica poco es lo que Francisco pudo concretar, es decir que su discurso no tuvo un correlato proporcional con las medidas efectivamente concretadas.- Podemos encasillarlo, entonces, con un resultado más discursivo que fáctico, con mensajes dirigidos en un sentido, pero con hechos que no guardan exacta correspondencia.-
                               En consonancia con ello, la impronta bergogliana se identifica más con la mayor temperatura del populismo cristinista que con la menos cálida corrección empresaria de un Macri institucionalista.- Y no está mal, tampoco bien, es así.-
                               Sin embargo, aunque entiendo que muchas veces “un gesto vale más de mil palabras”, no era ésta la oportunidad para aplicar el aforismo.-  Si Francisco quería darle un mensaje de disconformismo al Presidente, debería haberlo hecho con todas las palabras, sin eufemismos ni segundas lecturas, y menos aún con gestos que nos exponen ante el mundo.-
                               Finalmente, los acontecimientos deben dejarnos una enseñanza.- Argentina es un país con una mayoría abrumadora de habitantes que practican la religión católica.- Entonces, la moraleja es que como católicos debemos ser menos argentinos en nuestra relación con el Papa; y como argentinos, menos católicos en cuánto a su influencia en la política nacional.-
                               “A dios lo que es de dios, y al césar lo que es del césar”, sin confundir los principios sagrados con los intereses políticos terrenales.- Difícil, pero no imposible.-

                                                                              Jorge Eduardo Simonetti

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