LA FANTASÍA NUNCA ES SOBERANA.- Del “patria sí,
colonia no” de cincuenta años atrás,
al “patria o buitres” de
ahora, hay más distancia temporal que
conceptual.- Se tratan de consignas que responden a momentos históricos
distintos, pero que en sustancia revelan
el comportamiento espasmódico de la izquierda populista, más interesada
en mostrar actitudes contestatarias
hacia el “sistema”, que en comprometerse
con los problemas reales del país.-
Rescatar momentos históricos,
recordarlos, traerlos al presente, hacerlos
hablar por vía del realismo mágico, construir una epopeya discursiva en función de los mismos, instalar el pensamiento único en base a sucesos y
personajes de otras épocas, ha sido la metodología
preferida de los populismos.- Chávez
revivió a Simón Bolívar y lo hizo hablar como Chasman a Chirolita, lo propio sucedió con la década del 70
para la gestión kirchnerista.- Relato y más relato.-
Y
una de las preferencias políticas de los regímenes
que gobernaron gran parte de Sudamérica en lo que va del siglo, fue el
rescate del concepto de “soberanía”
como expresión de un nacionalismo
retórico, sin anclaje en los problemas de la actualidad sino en una fantasía folklórica tan vacua como
inconsistente.-
El
gobierno de Cristina Kirchner
intentó hacernos creer que no pagarle a
los holdouts (o fondos buitres) constituía un acto de soberanía, que nos mostraría al universo como un país valiente, dueño de sus recursos, autónomo en sus decisiones, sin dependencia de los centros mundiales del poder económico y político.- Así
lograríamos establecer -a estar a la lógica kirchnerista- una nación libre con
un pueblo feliz y próspero.-
Aclaremos primero que el calificativo de “fondo
buitre”, en nuestro concepto, es
ajustado a la realidad.- Es lo más parecido a lo que en la jerga diaria
conocemos con el mote de “usureros”.-
Su “modus
operandi”
consiste simplemente en comprar en
el mercado de deuda de Estados y empresas al borde de la quiebra, normalmente al 20% o al 30% de su valor nominal (su valor facial), y luego litigar o
presionar por el pago del 100% de este valor.-
En otras palabras, mediante la especulación
financiera,
los fondos buitre compran títulos de deuda de los países en una situación económica difícil, a precio muy
bajo, para luego litigar en los foros internacionales e intentar cobrar la
totalidad del valor de esos bonos.-
Pero
una cosa es el calificativo moral
que nos puede merecer la actitud, y otra
muy diferente aquella que puede hacerse valer en los tribunales.- Nuestro
país litigó contra los mismos y perdió
los juicios, y ahora debemos cumplir
la sentencia.-
Primero
hay que decir que la “rebeldía revolucionaria”
del gobierno argentino no tuvo un
comportamiento unívoco y menos aún una pauta ética.- Si íbamos a tener que
vivir con lo nuestro a raíz del “default
técnico” por nuestra negativa a cumplir con la sentencia, ¿para qué pagamos la deuda íntegra no judicializada, con más
intereses y punitorios, al Club de París,
sin negociar quitas?
La
dualidad conductual en el manejo de la deuda pública ni siquiera tuvo una ventaja utilitaria, porque la obediencia sumisa con unos (Club de París) no evitó que la valentía adolescente con otros (holdouts) nos costara ser calificados
mundialmente como un país de alto riesgo
y en consecuencia tener que pagar altísimas tasas para préstamos
internacionales o directamente en muchos casos ser declarados sujetos no
elegibles.-
Entonces,
¿a qué lucha nos llevó Cristina
Kirchner? ¿qué soberanía fuimos a
defender? ¿Cuál fue la autonomía que ganamos como país? ¿qué beneficios
económicos obtuvimos con ello?
Cuando
se emite deuda, es el país emisor el que
establece las condiciones.- Una de ellas, instituídas por el propio estado nacional, fue la declinación
de la jurisdicción judicial en favor de los tribunales norteamericanos.- La razón es simple, si no lo hacíamos,
los bonos no hubieran tenido casi valor y serían poco atractivos para los
inversores.-
Luego
del default de 2001, quienes no
aceptaron el canje propuesto por los gobiernos de Néstor y Cristina en 2005
y 2010, iniciaron un juicio ante los
tribunales del país del norte, y obtuvieron sentencia favorable, que tiene el carácter de firme
y consentida.-
Cuando hablamos de negociar con los holdouts,
entonces, no lo estamos haciendo con la amplitud de tiempo de una cuestión
prejudicial, sino con la espada de
Damócles del cumplimiento de una decisión judicial de los tribunales
competentes.- Es decir, no estamos yendo a hablar con Paul Singer para ver
como arreglamos, sino a los tribunales de Nueva York para cumplir una
sentencia.-
Y
en una reacción incomprensible del gobierno nacional, se inició una épica sin
sentido contra los malos del mundo, que sobrevolaban
una Argentina que tenía olor a cadáver.- ¡Nunca! ¡les daremos batalla!, parecía flotar en el ambiente, recordando bravuconadas de tiempos no tan lejanos,
que nos llevaron a una cruenta guerra.- Claro que ahora no necesitábamos
barcos, aviones ni balas; para vivir con
lo nuestro nos alcanzaba con la maquinita de fabricar billetes.-
A
través de una infantil retórica
moralista de calificar la catadura de los acreedores, con gesto libertario
repudiamos el vil intento de los “fondos buitres” de querer cobrarnos, como si en la lucha tribunalicia los
molinos de viento tuviesen algún valor por encima de los compromisos escritos.-
Y así nos fue.-
Con
una decisión judicial firme en contra, resultó luego
inexplicable el comportamiento de
Kicillof y Cristina, al desechar sin
razones valederas una posibilidad de
pago en condiciones favorables en 2014,
causando un grave perjuicio y una carga mayor al erario público.-
La
“confesión” del entonces Presidente del
Banco Central en el gobierno de Cristina, Juan Carlos Fábrega, nos exime de
pruebas.- Dijo el ex titular de la banca oficial días pasados, que las
posibilidades de un acuerdo total se daba con la intervención de un pool de bancos privados que comprarían
la deuda, lo que implicaba para el gobierno argentino un compromiso de aproximadamente 1.700 millones de dólares,
de los cuales sólo había que pagar de inmediato 200 millones.-
Cristina no quiso, Kicillof se lo hizo
saber al mediador Pollack, Juan Carlos
Fábrega renunció y comenzamos a desandar el camino de la rebeldía
revolucionaria, de la soberanía discursiva,
a costa del cuero del pueblo argentino,
que ahora debe hacer frente, no a
los 1.700 millones de 2014, sino a
la friolera de más de 12.000
millones de dólares.-
La
sideral diferencia sin dudas constituye un caso evidente de “mala praxis” gubernamental, instrumentado a partir de
un capricho del más alto nivel del
estado, montando un relato
inconsistente y pseudo nacionalista que no sólo nos costará muchos dólares
más, sino también toda la pesada carga que ya ha soportado el pueblo argentino
a raíz del aislamiento internacional, la imposibilidad de acceso al crédito a
tasas razonables, y las consecuente inflación por la emisión de moneda sin
respaldo para sostener el gasto estatal.-
La corrupción le ha restado sumas casi
incalculables al erario público, en un proceso que suma y sigue a raíz de los
nuevos descubrimientos de obscenas
cantidades de dinero, contadas (y pesadas) en las entonces sucursales diminutas del poder.-
Pero no hay que olvidar que mucho dinero también se ha ido por la canaleta de la impericia y la imprudencia, a raíz de
comportamientos inexplicables de mala gestión, que sin dudas ingresan también
en la inmensa columna del debe dejada por la anterior administración.-
En
la visión populista, le ganamos a los
fondos buitre el campeonato moral de la soberanía retórica.- Lástima que en la justicia perdimos el campeonato real, que le costará al pueblo argentino varios
miles de millones de dólares.-
Jorge Eduardo Simonetti
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