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domingo, 27 de marzo de 2016

LA SOBERANÍA FOLKLÓRICA DEL RELATO POPULISTA

LA FANTASÍA NUNCA ES SOBERANA.- Del “patria sí, colonia no” de cincuenta años atrás,  al “patria o buitres” de ahora,  hay más distancia temporal que conceptual.- Se tratan de consignas que responden a momentos históricos distintos, pero que en sustancia revelan el comportamiento espasmódico de la izquierda populista, más interesada en  mostrar actitudes contestatarias hacia el “sistema”,  que en comprometerse con los problemas reales del país.-
                               Rescatar momentos históricos, recordarlos, traerlos al presente, hacerlos hablar por vía del realismo mágico, construir una epopeya discursiva en función de los mismos, instalar el pensamiento único en base a sucesos y personajes de otras épocas, ha sido la metodología preferida de los populismos.- Chávez revivió a Simón Bolívar y lo hizo hablar como Chasman a Chirolita, lo propio sucedió con la década del 70 para la gestión kirchnerista.- Relato y más relato.-
                               Y una de las preferencias políticas de los regímenes que gobernaron gran parte de Sudamérica en lo que va del siglo, fue el rescate del concepto de “soberanía” como expresión de un nacionalismo retórico, sin anclaje en los problemas de la actualidad sino en una fantasía folklórica tan vacua como inconsistente.-
                               El gobierno de Cristina Kirchner intentó hacernos creer que no pagarle a los holdouts (o fondos buitres) constituía un acto de soberanía, que nos mostraría al universo como un país valiente, dueño de sus recursos, autónomo en sus decisiones, sin dependencia de los centros mundiales del poder económico y político.- Así lograríamos establecer -a estar a la lógica kirchnerista- una nación libre con un pueblo feliz  y próspero.-
                               Aclaremos primero que el calificativo de  “fondo buitre”, en nuestro concepto,  es ajustado a la realidad.- Es lo más parecido a lo que en la jerga diaria conocemos con el mote de “usureros”.- Su “modus operandi”  consiste simplemente en comprar en el mercado de  deuda de Estados y empresas al borde de la quiebra, normalmente al 20% o al 30% de su valor nominal (su valor facial), y luego litigar o presionar por el pago del 100% de este valor.-  En otras palabras, mediante la especulación financiera, los fondos buitre compran títulos de deuda de los países en una situación económica difícil, a precio muy bajo, para luego litigar en los foros internacionales e intentar cobrar la totalidad del valor de esos bonos.-
                               Pero una cosa es el calificativo moral que nos puede merecer la actitud, y otra muy diferente aquella que puede hacerse valer en los tribunales.- Nuestro país litigó contra los mismos y perdió los juicios, y ahora debemos cumplir la sentencia.-

                               Primero hay que decir que la “rebeldía revolucionaria” del gobierno argentino no tuvo un comportamiento unívoco y menos aún una pauta ética.- Si íbamos a tener que vivir con lo nuestro a raíz del  “default técnico” por nuestra negativa a cumplir con la sentencia, ¿para qué pagamos la deuda íntegra no judicializada, con más intereses y punitorios, al Club de París, sin negociar quitas?
                               La dualidad conductual en el manejo de la deuda pública ni siquiera tuvo una ventaja utilitaria, porque la obediencia sumisa con unos (Club de París) no evitó que la valentía adolescente con otros (holdouts) nos costara ser calificados mundialmente como un país de alto riesgo y en consecuencia tener que pagar altísimas tasas para préstamos internacionales o directamente en muchos casos ser declarados sujetos no elegibles.-
                               Entonces, ¿a qué lucha nos llevó Cristina Kirchner? ¿qué soberanía fuimos a defender? ¿Cuál fue la autonomía que ganamos como país? ¿qué beneficios económicos obtuvimos con ello?
                               Cuando se emite deuda, es el país emisor el que establece las condiciones.-  Una de ellas,  instituídas por el propio estado nacional, fue la declinación de la jurisdicción judicial en favor de los tribunales norteamericanos.- La razón es simple, si no lo hacíamos, los bonos no hubieran tenido casi valor y serían poco atractivos para los inversores.-
                               Luego del default de 2001, quienes no aceptaron el canje propuesto por los gobiernos de Néstor y Cristina en 2005 y 2010, iniciaron un juicio ante los tribunales del país del norte, y obtuvieron sentencia favorable, que tiene el carácter  de firme y consentida.-
                                Cuando hablamos de negociar con los holdouts, entonces, no lo estamos haciendo con la amplitud de tiempo de una cuestión prejudicial, sino con la espada de Damócles del cumplimiento de una decisión judicial de los tribunales competentes.- Es decir, no estamos yendo a hablar con Paul Singer para ver como arreglamos, sino a los tribunales de Nueva York para cumplir una sentencia.-
                               Y en una reacción incomprensible del gobierno nacional, se inició una épica sin sentido contra los malos del mundo, que sobrevolaban una Argentina que tenía olor a cadáver.- ¡Nunca! ¡les daremos batalla!, parecía flotar en el ambiente, recordando bravuconadas de tiempos no tan lejanos, que nos llevaron a una cruenta guerra.- Claro que ahora no necesitábamos barcos, aviones ni balas; para vivir con lo nuestro nos alcanzaba con la maquinita de fabricar billetes.-
                               A través de una infantil retórica moralista de calificar la catadura de los acreedores, con gesto libertario repudiamos el vil intento de los “fondos buitres” de querer cobrarnos, como si en la lucha tribunalicia los molinos de viento tuviesen algún valor por encima de los compromisos escritos.- Y así nos fue.-    
                               Con una decisión judicial firme en contra,  resultó luego  inexplicable el comportamiento de Kicillof y Cristina, al desechar sin razones valederas una posibilidad de pago en condiciones favorables en 2014, causando un grave perjuicio y una carga mayor al erario público.-
                               La “confesión” del entonces Presidente del Banco Central en el gobierno de Cristina, Juan Carlos Fábrega, nos exime de pruebas.- Dijo el ex titular de la banca oficial días pasados, que las posibilidades de un acuerdo total se daba con la intervención de un pool de bancos privados que comprarían la deuda, lo que implicaba para el gobierno argentino un compromiso de aproximadamente 1.700 millones de dólares, de los cuales sólo había que pagar de inmediato 200 millones.-
                               Cristina no quiso, Kicillof se lo hizo saber al mediador Pollack, Juan Carlos Fábrega renunció y comenzamos a desandar el camino de la rebeldía revolucionaria, de la soberanía discursiva, a costa del cuero del pueblo argentino,  que ahora debe hacer frente, no a los 1.700 millones de 2014, sino a  la friolera de más de 12.000 millones de dólares.-
                               La sideral diferencia sin dudas constituye un caso evidente de “mala praxis” gubernamental, instrumentado a partir de un capricho del más alto nivel del estado, montando un relato inconsistente y pseudo nacionalista que no sólo nos costará muchos dólares más, sino también toda la pesada carga que ya ha soportado el pueblo argentino a raíz del aislamiento internacional, la imposibilidad de acceso al crédito a tasas razonables, y las consecuente inflación por la emisión de moneda sin respaldo para sostener el gasto estatal.-
                               La corrupción le ha restado sumas casi incalculables al erario público, en un proceso que suma y sigue a raíz de los nuevos descubrimientos de obscenas cantidades de dinero, contadas (y pesadas) en las  entonces sucursales diminutas del poder.-
                                Pero no hay que olvidar que mucho dinero también se ha ido por la canaleta de la impericia y la imprudencia, a raíz de comportamientos inexplicables de mala gestión, que sin dudas ingresan también en la inmensa columna del debe dejada por la anterior administración.-
                               En la visión populista, le ganamos a los fondos buitre el campeonato moral de la soberanía retórica.- Lástima que en la justicia perdimos el campeonato real,  que le costará al pueblo argentino varios miles de millones de dólares.-   
                                                    Jorge Eduardo Simonetti
                              


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