LA ARGENTINA DEL POST SAQUEO.- “La
nación bárbara de los hunos, que habitaba en Tracia, llegó a ser tan grande que
más de cien ciudades fueron conquistadas y Constantinopla llegó casi a estar en
peligro y la mayoría de los hombres huyeron de ella (…) Y hubo tantos
asesinatos y derramamientos de sangre que no se podía contar a los muertos.
¡Ay, que incluso ocuparon iglesias y monasterios y degollaron a monjes y
doncellas en gran número!” (Callínico, Vida de San
Hipatio).-
Atila (395-453) fue el último y más
poderoso caudillo de los hunos, tribu que se presume procedente de Asia.- Fue
conocido como “el azote de Dios” en la
Europa occidental, y se lo recuerda como el paradigma de la crueldad, la destrucción y la rapiña.- En su
conquista del imperio romano, sus huestes arrasaron con todo lo que encontraban
a su paso.-
Algunos historiadores, en cambio, lo retratan
como un rey grande y noble, y tres
sagas escandinavas lo incluyen entre sus personajes principales.-
Cristina, como Atila, es calificada por una mayoría de
argentinos, como cabecilla de un grupo de saqueadores que rapiñaron la
Nación.- Para sus más fervientes seguidores, en cambio, como la líder de un movimiento que rescató a los
sectores más postergados, a través de la inclusión social y el
reconocimiento económico por medio del subsidio estatal.-
Las dos caras de la moneda configuran
representaciones tan opuestas que, difícilmente, puedan ser complementarias o
componentes necesarios de un todo inescindible.- Antes bien, representan la paradoja de la realidad argentina,
esa contradicción ineluctable de una sociedad que odia y ama con la misma
fuerza; amor y odio que neutralizan
el análisis calmo y prudente, de modo que, quién no quiera estar en la
trinchera de uno de los bandos, recibirá el fuego cruzado de tirios y
troyanos.-
Así fue Atila,
rapiñador serial para algunos, rey grande y generoso para otros.- Otro tanto es
Cristina, y no hay argumentos que puedan hacerse valer ni hechos expuestos con
la contundencia de la flagrancia, que
vayan a cambiar lo que cada sector tiene internalizado.-
Se trata de
aquello que en psicología se entiende como “sesgo
confirmatorio”, que es la tendencia humana a favorecer la información que
confirma las propias creencias o hipótesis, sin importar lo que indiquen las
pruebas o los hechos palpables.- De tal suerte que no hay modo de desatar el
nudo que genera una polarización de actitudes
basadas en la interpretación sesgada y la memoria selectiva.-