“La tendencia a
olvidar y la vertiginosa velocidad del olvido son, para desventura nuestra,
marcas aparentemente indelebles de la cultura moderna líquida”
(Zigmunt Bauman,
sociólogo polaco)
"Lo único constante es el cambio”, dijo Heráclito, ese filósofo griego de la antigüedad.- Dos mil
quinientos años después, el sociólogo polaco, Zygmunt Bauman, recientemente fallecido, fue mundialmente
reconocido por su teoría de la “modernidad líquida”.-
Es,
precisamente, el dato del cambio constante de Heráclito, lo que marca la impronta de la modernidad que
transcurrimos, aquello que Bauman bautiza como la liquidez de todas las formas
de relacionamiento, la inconstancia, la
precariedad, la falta de compromiso, la mutación, el oportunismo.-
La
expresión “modernidad líquida” busca definir un modelo social que implica “el fin de la era del compromiso mutuo”,
el espacio público retrocede y se impone un individualismo que lleva a “la
corrosión y a la lenta desintegración del concepto de ciudadanía.-
Una
sociedad “líquida”, por oposición a una “sólida”, comprende todos los campos de
la actuación humana.- El matrimonio para toda la vida de nuestros abuelos, el
amor constante y consecuente, la familia como la organización más sólida de la
humanidad, se van desvaneciendo para dejar paso a un momento histórico de menor compromiso con el amor, el
matrimonio, la familia, las instituciones.-
La
separación de las parejas son ya parte de una sociedad que transita por
momentos líquidos en su constitución, el
amor meramente romántico o pasional que no genera vínculos sólidos, las
instituciones que mutan una y
otra vez, los individuos que cambian permanentemente sus
fidelidades, sus compromisos, sus lealtades.-
Vivimos
los tiempos de la “modernidad líquida”, dónde el matrimonio para toda la vida
de nuestros abuelos, el amor constante y consecuente, la familia como la
organización más sólida, se van desvaneciendo para dejar paso a relaciones de
menor compromiso
Y
sucede en todos los aspectos de la vida. Con los objetos materiales y con las
relaciones con la gente. También con la
propia relación que tenemos con nosotros mismos, cómo nos evaluamos, qué imagen
tenemos de nuestra persona, qué ambiciones permitimos que nos guíen. Todo
cambia de un momento a otro, somos conscientes de que somos cambiables y por lo tanto tenemos miedo de fijar nada para
siempre.-
Los
propios gobiernos, la dirigencia en general, la sociedad toda, practica una
suerte de “pragmatismo polivalente”,
mediante el cual no hay reglas prefijadas, todo es cambiable e intercambiable,
finalmente el secreto del éxito está en la capacidad de adaptación a los nuevos
paradigmas, aun cuando ello constituyan opciones muchas veces de dudosa
eticidad.-
Por
supuesto que esa situación de perpetua
inestabilidad tiene efectos sobre la identidad, una búsqueda muchas veces
infructuosa por lograr las propias definiciones, una vida individual y social
sin parámetros permanentes.- Bauman
plantea que en la modernidad líquida “las
identidades son semejantes a una costra
volcánica, que se endurece, vuelve a fundirse y cambia constantemente de forma”.- Desde un punto de vista
externo parecerían estables, pero para el individuo aparecen la fragilidad y el
desgarro constantes ante tanta inestabilidad.-
Los poderosos que manejan los resortes
sociales de la modernidad líquida, son quienes rechazan y evitan lo durable y celebran lo efímero, mientras los
que ocupan los lugares más bajos luchan desesperadamente para lograr que sus
frágiles y pasajeras posiciones, duren más y les brinden servicios más
duraderos.- La nueva técnica del
poder es la que emplea como principales instrumentos el descompromiso y el arte de la huida.- Cualquier trama densa de
nexos sociales implica un obstáculo, la única garantía de la invencibilidad es
la fluidez
Y
así llegamos también a la “democracia
líquida”, que se alimenta de “partidos
políticos líquidos”, que cambian permanentemente, que no tienen normas ni
principios estables, que están volcados al pragmatismo de los sucesos y las
necesidades del momento, incapaces de fijar los rumbos que requiere la sociedad.-
La
“democracia
líquida” se alimenta de “partidos políticos líquidos”, que cambian
permanentemente, que no tienen normas ni principios estables, que están
volcados al pragmatismo de los sucesos y las necesidades del momento, incapaces
de fijar los rumbos que requiere la sociedad
La
realidad de las agrupaciones partidarias es altamente sintomática de esta
política líquida, sin parámetros ni principios.- Actualmente hay en el país más
de 700 partidos políticos, de los
cuales apenas 40 son nacionales y el resto de distrito.-
¿Pero
se diferencian uno de otros? Dijo
el Director Nacional Electoral, Alejandro
Tullio: "La cantidad de partidos
políticos, especialmente en algunos distritos, no se corresponde con la
diversidad de opciones políticas o ideológicas que debieran ser la causa por la
cual se crea un partido, sino circunstancias de naturaleza electoral que
necesariamente deben realizarse"
La “democracia
líquida” permite en la Argentina que se creen muchos partidos políticos
como alternativa a los aparatos partidarios, lo que posibilita a muchos
políticos canalizar sus ambiciones personales a través de nuevas organizaciones
políticas sin ningún tipo de sustento diferente.-
Hoy, los “ismos” sólidos del
justicialismo, radicalismo, liberalismo, panuismo, autonomismo, comunismo, han
sido reemplazado por los “ismos” líquidos del
kirchnerismo, massismo, macrismo, ricardismo, tatismo, camauismo, es
decir que –al decir genial de un ex canciller- estamos reemplazando
la democracia de los “partidismos” por
la de los “fulanismos-menganismos”.-
Al
decir de Dante Caputo, la democracia de los “partidismos” ha
sido reemplazada por la de los “fulanismos-menganismos”
Según
Mario Fontela, polítologo del
Instituto Juan Perón de Antonio Cafiero, sólo
en Argentina pueden verse estas alquimias, y, más aún, se puede observar
con frecuencia, luego de electos, el
pase de políticos a otros partidos o bloques, algo considerado inaceptable
en democracias como las europeas o la de Estados Unidos.-
Aquello
que en el ámbito parlamentario se conoce con el argentinismo de “borocotización”, en la política se lo
grafica con un neologismo: el “panquequismo”,
que es de gran utilidad para dar una
vuelta de campana y colocarnos del lado que sopla el viento, cual veleta de
tejado, una actitud cada vez más repetida en la democracia argentina.- Afecta
tanto a partidos como a personas.-
Los
partidos provinciales correntinos
son el ejemplo más patético de la “liquidez” de la política, un turno electoral
se alían con un partido nacional, al siguiente con el otro, para terminar
poniendo sus huevos en sendas canastas y “garronear”
de esa manera algunos carguitos que sólo convierten sus historias de luchas y
principios, en la liquidez vergonzosa del mercantilismo de poca monta.- No sólo
han perdido mensaje político, han
perdido además la adhesión de la ciudadanía y el mínimo de solidez conceptual y
ética, que no vale la miserabilidad de un escaño.- Y así se van muriendo de lenta
inanición.-
Los
otrora orgullosos partidos provinciales, han perdido mensaje; son hoy el ejemplo patético de la política “líquida”,
poniendo huevos en cualquier canasta con tal de “garronear” alguna banca
Días
pasados, Corrientes eligió Intendente y Concejales de la Capital.- La patética
acumulación de “colectoras”, un
término más vial que político, nos demuestran que de 37 partidos acumulados, 35
de ellos no alcanzaron al 5%, entre ellos partidos que son un sello, otros que
tienen una vida partidaria intensa pero una flaca realidad electoral, y muchos
otros revividos para hacer de soporte de un fulano y un mengano sin ninguna
propuesta diferenciadora que permitiera presentar una opción política
diferente.-
En
suma, Corrientes y el país, tienen la temible y desgarradora combinación de partidos políticos débiles y normas
electorales laxas, que permiten la proliferación de entidades y hombres
intercambiables, ideas sumamente flacas, principios de plástico, y una liquidez
democrática en la que vale más las ambiciones sin control, que las propuestas y
principios sustentables.-
Lo
contradictorio de todo esto es que, cundo más avanza la continuidad democrática
argentina, más se envilecen sus procedimientos, sus normas, y la seriedad con
que la sociedad debe encarar sus procesos políticos que desembocarán irremediablemente
en la elección de quienes nos deberán guiar, a un mejor futuro o al abismo.-
Jorge Eduardo Simonetti
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