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sábado, 16 de febrero de 2019

EL PODER NO SE MANCHA


NO TAN DEMOCRÁTICOS
 “La única cosa que respeta el poder es el poder”
Malcom X
                               Si hay un objeto de admiración entre los futboleros, ése es la pelota. Ello quedó testimoniado con una frase de uno de los mejores jugadores de todas las épocas, hoy devenido en personaje tan querido como odiado, Diego Armando Maradona, cuando dijo: “la pelota no se mancha”, como queriendo significar que la redonda es el símbolo de la pureza del juego, más allá de las pertenencias pasionales.
                               Si consultamos a los políticos cuál es el emblema intocable de su actividad, aquello que no debe “mancharse” en términos maradonianos, seguramente obtendríamos respuestas como: “democracia”, “justicia social”, “república”, y muchas otras por el estilo. O sea, respuestas de “cliché”, políticamente correctas hacia el gran público.
                               Pero, ¿encontraríamos algún político que se saque el “casette” y responda con sinceridad? Difícil, porque el “vellocino de oro”, el objeto más preciado, el motor que impulsa la actividad política no es otro que el “poder”, ya sea para alcanzarlo o para conservarlo.
                               El poder, en este caso el poder político, permite muchas cosas: reconocimiento, admiración, tener la palabra autorizada, el manejo de los dineros públicos, tomar las decisiones, influir en la comunidad, tener una vida más fácil que el resto de los mortales. Obviamente, también supone ser odiado, pero ello forma parte del riesgo profesional, y en todo caso es una consecuencia menor en vista de las ventajas.
La alternancia es un elemento constitutivo esencial para una democracia. Sin embargo, muchas veces es sacrificada en función de los personalismos, aún cuando para ello deban obviarse las normas legales y morales. El presidente va por su reelección y 16 de los 24 gobernadores, algunos utilizando piruetas de dudosa legitimidad y legalidad
                               Obviamente, también está el costado marginal de los sillones del mando, aquél que permite manejar el dinero de todos y estar sujetos a la tentación de confundir los bolsillos públicos con los privados.