Entre los animales, los
seres humanos somos los únicos que tenemos la capacidad de mentir, pues hacerlo
supone un acto consciente de racionalidad, una expresión volitiva dirigida a sostener
aquello que se sabe no verdadero, total
o parcialmente.-
Analizar la anatomía
de la mentira en función del ámbito
en que se pronuncia y de los destinatarios de la misma, nos lleva a reconocer
que existe una mentira privada y otra
pública, una íntima y otra expuesta, una particular y otra general, una de relaciones humanas y otra
institucional.- Ésta, la mentira institucional, es la que pretendemos
analizar.-
Si hay un deber básico de quienes ocupan funciones
públicas, ése es el de decir siempre la
verdad, especialmente en los asuntos de su competencia, porque la mentira institucional ataca gravemente
la fe pública.- En ella, el sujeto activo o victimario es el funcionario mentiroso, el pasivo o víctima, la ciudadanía, la gente, la
generalidad.-